Hace tres años, en medio de la pandemia y con un mundo en cuarentena, el pueblo futbolero vivía uno de los episodios más tristes de su historia, la muerte de Diego Armando Maradona. Desde Buenos Aires, pasando por Nápoles y llegando a cada uno de los continentes, cada rincón del planeta sintió el dolor de haber despedido a una de sus más grandes figuras deportivas.
En aquella época, Maradona era director técnico de Gimnasia y Esgrima de La Plata, aunque se encontraba de licencia en su casa por motivos médicos. El 10 se fue haciendo lo que más le gustaba, estar dentro de una cancha. Mientras dirigió al Lobo recibió homenajes en muchos estadios del fútbol argentino y la gente le demostró todo el cariño que sentía por él.
A pesar de las restricciones que había con respecto al contacto y a las manifestaciones masivas, a causa del Covid-19, la Casa Rosada recibió a la masa de fanáticos que llegaron para presenciar el velatorio del 10. Camisetas, cuadros, banderas y lágrimas fueron la decoración de la Casa de Gobierno el 26 de noviembre, mientras miles de personas pasaban por una fila interminable para entrar a despedir al Pelusa.
Los homenajes se extendieron por todo el mundo y todos los deportes, desde su querida Nápoles al sur de Italia, en la que Maradona es un Dios, pasando por Barcelona con nada más ni nada menos que su heredero, Lionel Messi, y llegando hasta Nueva Zelanda, presente en el Haka maorí de los All Blacks frente a Los Pumas.
El dolor creció por la injusta partida de Diego, desprotegido y con muchas dudas sobre quienes manejaban su rutina y negocios, por lo que el pueblo decidió manifestarse y pedir justicia. Pasó sus últimas horas en soledad dentro de su habitación, pero se despidió acompañado de su familia, amigos y fanáticos.
En la actualidad, su recuerdo está latente en la historia argentina y la gente no lo deja en el olvido. Las nuevas generaciones, quienes no pudieron verlo jugar en vivo, estiran su legado y mantienen su importancia en el mundo del fútbol, decididos de mantener la llama que hace varias décadas atrás un pibe humilde de Villa Fiorito encendió.
lacapital.com.ar
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