Baradero tiene desde hace tiempo largo, problemas para controlar el tránsito. El intendente Carossi heredó de su padre a Ricardo Bogado como Jefe de Inspección y cuando Bogado se jubiló, recurrió a los servicios de Pablo Scarfoni quien aplicó una política totalmente distinta a la de su antecesor. Bogado había sido un conciliador, que buscó siempre en la persuasión la forma de controlar. Scarfoni era hombre «de armas tomar»; decidido y vehemente, instaló en Baradero una especie de temor entre la población controlada que mayoritariamente comenzó a aceptar sus directivas. Baste recordar que la obligatoriedad del uso del casco había sido acatada por casi todos los motociclistas.
Ocurrió luego que Scarfoni se extralimitó y, al revés de Bogado dejó de lado la persuasión y creyó tal vez que todo era represión, persecución, secuestro de vehículos y multas. Esa decisión culminó en la tragedia de marzo de 2010 tras la cual Scarfoni salió eyectado del municipio.
Luego de eso la administración municipal siguió con controles laxos hasta que, de repente, en una especie de psicosis, se decidió que la presencia de la Gendarmería, constituida desde hace un tiempo en una especie de fuerza mágica, daría resultado y llegaron los hombres de verde a controlar las calles de la ciudad. No puede negarse que los resultados fueron inmediatos y efectivos, puede en cambio discutirse el criterio adoptado en cuanto a controlar más que nada a los motociclistas, pero de la eficacia no duda nadie. Los controles funcionaron y eludirlos no resultó tarea fácil, mas luego de pasados unos días y varias infracciones, la Gendarmería desapareció de las calles de la ciudad y en esto es que deseamos hacer hincapié.
Rosario era una ciudad con tremendos problemas de tránsito. Se producía un accidente cada cinco minutos y nadie respetaba nada. Durante la intendencia del ahora gobernador Binner se constituyó un equipo de tránsito comandado por una mujer. El trabajo estaba esencialmente basado en la persuasión y lo que se buscaba era ordenar el tránsito. El efecto recaudatorio estaba en un segundo o hasta tercer plano, no era lo verdaderamente importante. Pasados unos meses y ya conseguido el objetivo, la jefa de tránsito fue entrevistada por un diario de circulación nacional y cuando le preguntaron cuál era la característica más valiosa del trabajo realizado, destacó la continuidad. La población percibió que los controles se hacían en serio, que no era un berretín pasajero y que habían llegado para quedarse por siempre.
Exactamente lo contrario hicimos en Baradero donde no hubo hasta hoy una política definida. Pasamos de la permisividad de Bogado al puño de hierro de Scarfoni; de ahí al «lassez faire» con alguna intercalación de la Gendarmería pero de vuelo corto. Tamaña conducta errática lo único que ha producido es el efecto contrario al que valoraba la jefa rosarina como efectivo: la continuidad. Entre nosotros, la característica más destacada es precisamente la contraria. Tal vez allí esté la diferencia de resultados entre una y otra política.
Gabriel Moretti
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