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El más histriónico de los integrantes de Les Luthiers, cultor de un humor inteligente y hábil para la réplica afilada, falleció ayer a los 71 años

Fue verlo, nomás, ingresar mil veces a escena, mirando al público cómplice con esa sonrisa de perfecto histrión, marchando en fila india junto a sus cuatro compinches de oro (como quien repite la clásica foto de los Beatles en plena calle), para meterse a todos en el bolsillo, a modo de anticipo de hurtador de aplausos en los desopilantes y antológicos trabalenguas (el Merengue, Terpsicore) junto a Marcos Mundstock.

El músico, actor y humorista Daniel Rabinovich, miembro de Les Luthiers, murió ayer en Buenos Aires por problemas cardíacos, a los 71 años. Había abandonado los escenarios a principios de año por el deterioro de su salud y no pudo participar del espectáculo Lutherapia. «Un histrión, un tipo que tiene un manejo notable del escenario y mucho swing», lo definía Marcos Mundstock. «Es la incontinencia humorística», sugería Carlos Núñez Cortés. «Un gran actor intuitivo y, además, músico», sumaba Jorge Maronna. «El gran payaso de Les Luthiers», completaba Carlos López Puccio, su gran amigo

Este muchacho porteño, al que llamaban Neneco, había nacido el 18 de noviembre de 1943. Desde su infancia estudió música. Violín nada menos que con Ljerko Spiller; guitarra con el célebre José María de Hoyos. Fanático de Los Chalchaleros, en el secundario formó un grupo folklórico. Y en 1964 ingresó al coro de la Facultad de Ingeniería, donde conoció a Gerardo Masana y a sus futuros colegas, discípulos del apócrifo Johann Sebastian Mastropiero.

Entre ellos desarrolló ese enorme potencial histriónico que atrapó a todos los públicos. Capo del billar, actor en televisión y en cine, escritor de cuentos, amigo de Bach, Chico Buarque, Woody Allen y de los perros boxer, hincha de Independiente…, Daniel se definía como un perfecto bon vivant. Era sólo la alegría de vivir y de prodigar alegría.

En tiempos de barbados, fue un barbudo más. Copia exacta, quizá, de la que portaba su bisabuelo Abraham Halevy, ese rabino llegado a estas pampas desde aquel pueblo de Besarabia (ex Moldavia, después Rumania), del que pudo escapar robándole el apellido a un panadero muerto, para presentarse aquí como Rabinovich, con falso pasaporte.

Lo cierto es que Daniel Abraham Rabinovich Aratuz fue mucho más que pura barba negra, hacia mediados de los milagrosos años sesenta. Porque estuvo entre los cuatro cismáticos que se separaron del grupo vocal instrumental I Musicisti, para cofundar el más formidable grupo de humor musical inventado en nuestro país: Les Luthiers. El portazo lo había dado el fundador, director y líder, Masana, quien había decidido dejar atrás la pura diversión entre amigos, para transformarse en grupo profesional. Masana, el luthier que ya tenía fabricados varios instrumentos no convencionales, arrastró tras sí a tres secuaces: Marcos Mundstock (locutor y presentador), Daniel Rabinovich (cantante, intérprete de varios instrumentos y administrador) y calladamente Jorge Maronna (compositor y multiinstrumentista).

Era la noche del 4 de septiembre de 1967, cuando se convirtieron en Les Luthiers.

En 1969 ingresaron Carlos López Puccio y Carlos Núñez Cortés. Todo empezó entre muchachos del coro de la Facultad de Ingeniería, en un festival en La Plata, en 1964.

Masana ya había reformado su guitarra con la ayuda del médico Carlos Iraldi, el más inspirado luthier, al que se incorporó el pianista del grupo, Núñez Cortés. «Chelo legüero», «yerbomatófono», «dactilófono» (máquina de escribir), «latín» (violín de lata), «contrachitarrone da gamba», «bass-pipe a vara» (trombón)…, fueron parte de una colección de «instrumentos informales» que sonaban con humor, por dentro y por fuera.

Ahora se fue el dueño de la risa, un prototipo cabal de los irreemplazables.

Sus restos son velados en la casa velatoria O’Higgins y recibirán sepultura hoy, a las 10.15, en el cementerio privado Jardín de Paz, de Pilar..

Por René Vargas Vera | Para LA NACION

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