Desde muy temprana edad nos enseñan a analizar los problemas, a fragmentar el mundo. Al parecer esto facilita las tareas complejas, pero sin saberlo pagamos un precio enorme. Ya no vemos las consecuencias de nuestros actos: perdemos nuestra sensación intrínseca de conexión con una totalidad más vasta. Cuando intentamos ver la “imagen general”, tratamos de ensamblar nuevamente los fragmentos, enumerar y organizar todas las piezas. Pero, esta tarea es inútil: es como ensamblar los fragmentos de un espejo roto para ver un reflejo fiel.
Esta mañana, amanecimos con una triste noticia. Todos nuestros pasacalles habían sido destruidos nuevamente, solo que esta vez el culpable se evidenció a sí mismo colocando su propia publicidad. Sin medir consecuencia alguna por sus actos.
La cuadrilla proveniente de Lomas de Zamora, llegó a nuestra ciudad armada de volantes, pasacalles, mesas, remeras y un solo objetivo en mente, eliminar todo lo que se interpusiese con la promoción de sus candidatos, Martín Insaurralde y Alejandro Gómez.
El saldo de esta contienda quedó a la vista de todos los ciudadanos, la ausencia de cartelería no oficialista y nuestras calles empapeladas con folletos blanquicelestes, son evidencia de mis palabras.
Entonces, podríamos decir que el oficialismo ganó esta pulseada, pero, ¿cual es el costo de este atropello a la libertad de expresión?
La respuesta a esta pregunta será develada el próximo 27 de octubre. Cuando el pueblo de Baradero le demuestre a sus gobernantes que están equivocando el camino.
Un país en serio se construye a través de la pluralidad de voces. La discusión, la polémica y la divergencia de opiniones es lo que hace que nuestros conocimientos crezcan y se fortalezcan.
Si realmente queremos un Baradero mejor, tenemos que estar dispuestos a respetar al que piensa diferente. Un gobierno que se encierra en si mismo y no escucha a la totalidad de sus ciudadanos está ciertamente destinado a fracasar.
Atte. Pablo Maroli
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