
Baradero y la urgencia de un sistema de salud basado en datos reales
Baradero se debate entre el crecimiento demográfico y un sistema de salud que parece navegar sin brújula. Los números fríos del Censo 2022 nos dicen que somos 40.002 habitantes, pero ¿cuántos de nosotros sabemos realmente qué significa ese número para nuestros hospital, nuestros centros de salud, nuestra calidad de vida? La cruda realidad es que planificamos la salud pública con estadísticas que llegan tarde, con indicadores que no reflejan las urgencias cotidianas y con una falta de transparencia que nos impide ver el mapa completo de nuestras carencias.
El INDEC nos ofrece una fotografía cada diez años, pero la salud no puede esperar décadas para ser diagnosticada. Mientras tanto, circulan estimaciones, aproximaciones y porcentajes que se repiten como mantras sin saber si corresponden a nuestra realidad local. Sabemos que el 62% de las viviendas tiene cloacas, pero desconocemos cuántos casos de hepatitis A podríamos evitar si ese número llegara al 100%. Conocemos el promedio provincial de cobertura médica, pero no tenemos cifras exactas sobre cuántos vecinos deben viajar a otras ciudades para recibir atención especializada.
La pandemia nos enseñó, a sangre y fuego, que los datos oportunos salvan vidas. Sin embargo, hoy seguimos tomando decisiones sanitarias con información desactualizada o, peor aún, con suposiciones. ¿Cuántos adultos mayores requieren atención geriátrica en cada barrio? ¿Qué porcentaje de nuestros niños presenta problemas de malnutrición? ¿Cómo se distribuyen geográficamente las enfermedades crónicas? Preguntas fundamentales que siguen sin respuesta clara.
No se trata solo de recopilar números, sino de darles sentido y utilidad práctica. Municipios más pequeños que el nuestro han implementado sistemas de georreferenciación que permiten identificar focos críticos de dengue con precisión, optimizar la distribución de medicamentos y anticipar demandas hospitalarias. Mientras, en Baradero seguimos gestionando la salud pública casi a ciegas, reaccionando a las crisis en lugar de prevenirlas.
La solución requiere voluntad política y técnica en partes iguales. Necesitamos un observatorio de salud municipal que actualice indicadores trimestralmente, que cruce datos de hospital con información social, que nos permita entender no solo cuántos somos, sino cómo vivimos y qué necesitamos. Los sistemas de información existen, las metodologías están probadas, los recursos pueden gestionarse. Lo que falta es la decisión de priorizar la inteligencia sanitaria como herramienta fundamental de gobierno.
Mientras seguimos esperando, el costo lo pagan los vecinos que hacen cola en las salas de espera, los médicos que trabajan sin insumos suficientes, las familias que enfrentan enfermedades que podrían prevenirse. En salud pública, lo que no se mide no se mejora. Y Baradero lleva demasiado tiempo sin medirse bien.
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