Una advertencia, tanto para los chiquitos como yo, como para los grandes que ya saben leer bien y entienden CASI todo: ¡Che!, esta es una historia verídica, por lo tanto cualquier similitud con la realidad no es mera coincidencia, así que cayate la trucha bien cayada, escuchá y creélo, sí o sí.
En un rinconcito del living de mi casa —que está en Santa María de Oro 486, como aparece escrito en los talonarios de recibos de pago de la joyería de papá, que se los fabrican en la Imprenta Pepe Papelería, como dice el cartel de afuera en la esquina de Anchorena y Bulnes, si no miré mal—, hay una despensita chiquita con dos puertitas de nogal que se cierran con una llavecita de bronce y todo. Y uno deja puesta la llavecita en el aujerito siempre todo el tiempo, porque además de para cerrar las dos puertitas la llavecita también sirve para abrirlas. ¡Qué lindo!
Adentro de la despensita papá guarda el vino tinto espumante y dulzón Nebbiolo que compra en lo de Nasif ayá por la Colombres. En la despensita papá también guarda los cajones de soda de Grasso y Salaberry que trae le trae Grasso, el papá del Mole y la Julieta. Grasso es medio pelado como papá, pero más flaco y MUCHO más alto que papá. Papá es bajito y los ojos son de otro color. Grasso trae los sifones en la caja abierta de madera del camión Ford A. Los sifones viajan haciendo tin tin tin tin tin porque el motor del camión Ford A los hace vibrar como a las campanitas de Campanilla, la hadita en miniatura de Peter Pan (“Es una ‘libélula’”, me aclaró mi mami).
En la despensita también hay varios cajoncitos apilados con como veinte botellitas de Coca-Cola chica cada uno. A éstos se los trae el Toti Chiarella (que camina con una sola pierna porque le falta la otra) en el camionazo enorme blanco y colorado Mercedes Benz 3500 que tiene. Me parece que es muuuuuuuucho más moderno que el de Grasso y con la caja cerrada, así no se cae ninguna botellita de Coca-Cola. Pero, ¡pucha!, cada vez que Toti Chiarella trae a casa uno o dos cajoncitos de Coca-Cola también se lleva de la despensita los cajoncitos con las botellitas de Coca-Cola que ya están vacías, y están vacías porque en casa todos menos mi mami a las Coca-Colas nos las tragamos como bestias.
Un día me agarré una botellita de Coca-Cola vacía del cajoncito y me fui a la esquina y la llené con arena de la obra de por ayá en la esquina en diagonal al café La Suiza, ayá donde están haciendo el correo, pero cuando papá vio el espacio vacío en el cajoncito de las Coca-Colas, me pidió que se la devolviera porque resulta que las botellitas no son nuestras: son del Toti Chiarella. Parece que papá a Toti Chiarella le compra solamente el líquido que cada botellita de Coca-Cola tiene adentro. Sólo lo de adentro. La Coca-Cola que uno se toma es de uno, pero las botellitas no son nuestras, son emprestadas; nos las empresta el Toti Chiarella. ¡Ufff, qué bajón!, como dicen los grandes en la puerta del Hotel de las Naciones.
Tuve que volcar la arena de la botellita vacía de Coca-Cola en una de las bolsitas de papel madera en las que mamá había traído las compras del almacén de Caíto Martig, ahí a la vuelta en la San Martín. A la arena me la guardé ahí en la bolsita y la metí abajo de mi cama. Después fui y le devolví la botellita a papá para que se la devolviera a Toti Chiarella junto con todas las otras botellitas de Coca-Cola vacías del cajoncito, así quedaba completo, sin ningún cuadradito vacío.
Tanto lío por una botellita, pero parece que si el cajoncito no va lleno para el depósito ENORME con un cartel de Coca-Cola afuera —que es de Toti Chiarella, como te podrás imaginar— algo muy malo debe pasarle a mi papá, por lo mucho que se preocupa por las botellitas de Coca-Cola vacías, y el quilombo que me armó a mí cuando vio la mía llena de arena. Debe ser alguna cosa seria de esas de que hablan los adultos, como de sexo por ejemplo, me parece a mí. ¡Qué sé yo!, yo pienso. Sexo: no entiendo ni jota de eso. Ni una sílaba; cada vez que se cayan si yo entro de repente de seguro es porque deben haber estado hablando de eso. Ese es un cuadradito de mi cajoncito de la cabeza que todavía tengo vacío, ese ahí, el cajoncito del sexo.
Además, en la despensita hay latas de aceite de oliva y otras cosas que nos manda el señor Abel Tobares, desde ayá lejos por la estación, después de la capilla de Luján, donde mi hermana Pupi una vez se perdió, cuando la inauguraron (a la capilla, no a mi hermana Pupi). Mi hermana Pupi se quedó tarumatizada o aromatrizada o algo así —eso que le pasa a uno dentro de la cabeza cuando se pega un susto muy muy muy fuerte, como te dije el otro día que también me pasó a mí pero ahora no viene al caso, ¿te acordás?
Mi hermana Pupi se perdió en la inauguración de la capilla de la estación, ¿no? Bueno; se asustó más o menos igual a cuando mi hermana Pupi se había asustado mucho mucho muchísimo antes, casi igual que en la capilla, cuando salió al patio de abajo para ir al baño de abajo mientras llovía y se encontró de golpe con un sapo parado bien arriba de la rejilla de desagüe del patio de abajo. Un sapo gordo y haciendo croac croac. Bueno, pero ahora es la capilla: mi hermana Pupi se perdió mientras inauguraban la capilla de la estación, y se quedó tarumatizada igual que con el sapo porque se perdió un montón de tiempo por haberse perdido. Pero al final alguien la trajo de vuelta a casa y listo. Problema resuelto y a otra cosa. Tanto tanto tanto así que después mi hermana Pupi creció y se hizo grande y psicoanalista. Debe ser porque con esos sustos ya entendió de antemano todo sobre las tarumatizaciones y esas cosas y entonces puede destarumatizar a los tarumatizados —que cada vez hay más porque a medida que uno va creciendo en lugar de pegarse menos sustos se pega más.
Pero parece que al señor Abel Tobares papá no le paga nunca ni el aceite, ni las latas de sardinas, ni las de aceitunas, ni los bacalaos de noruega secos, ni nada de las otras cosas que hay en la despensita de las dos puertitas porque entre él y el señor Abel Tobares hacen una especie de jueguito medio capicúa va y viene y ninguno de los dos tiene que gastar plata. El señor Abel Tobares y papá juegan muy bien ese juego: me parece que se llama truco o trujo, truque, trueque o algo así, me parece, como creo que leí en el Manual del Alumno Bonaerense que nos hizo comprar la de Semorile cuando empezamos el tercer grado. Eso lo hacían los indios y los gauchos con los turcos dueños de pulperías. Cuero crudo y plumas de avestruz por yerba y ginebra, creo que decía, pero no ginebra: lo de la ginebra lo aprendí por un documental del Canal 7 de televisión, porque creo que en los manuales de la escuela está prohibido escribir ginebra. Perón, se puede.
Papá le da al señor Abel Tobares relojes, despertadores, mates, bombillas y esas cosas que vende en la joyería. Y a fin de año un almanaque para el año siguiente, que le hacen en la Imprenta Pepe Papelería antes de que el ‘año siguiente’ se transforme en ‘este año’. El señor Abel Tobares a cambio entonces le da a papá todo el morfi que te conté, y ninguno de los dos gasta nada de plata. Así queda toda la guita bien guardada en la registradora de cada uno. Y todo el morfi para nosotros dentro de la despensita. Y el señor Abel Tobares cuelga el almanaque en la pared de la cocina para saber todos los días qué día es cada día.
En la despensita también hay salames y chorizos secos que hacen un olor HER-MO-SO y que, cuando vamos a visitarlo a Río Tala, nos los regala el tío Salvador Coma. Coma, se yama de apellido, ¡qué raro! Si fuera de una familia aristocrática seguro que de cajón se llamaría “Punto y Coma”, porque si sos de una familia de esas tenés que tener como mínimo dos apellidos … Como te iba diciendo: vamos a visitarlo a su almacén de ramos generales, que es el principal del pueblito —que es tan pueblito que le oí decir al director de la escuela número uno, el Bebe Murphy tío de la Julieta Murphy, que “Tala es tan chiquito que más que un pueblo es una villa”—.
Cuando le oí al Bebe Murphy decir eso de que Río Tala es una villa, pensé en ese lugar en Palermo, del que le oí hablar al tío Raúl Victores marido de mi tía Gela (me acuerdo de una peli que se llama Víctor Victoria, algo de un hombre mujer, no sé) … ese lugar en Palermo al que le llaman “Villa Cariño”. Villa Cariño entonces debe ser chiquita como Río Tala, y hasta igual en la luz, porque mi tío Raúl Victores decía: “Villa Cariño les resulta apropiada y conveniente para estacionarse y franelear porque ahí está siempre oscuro como boca ‘e lobo”. ¿Viste? Listo: Villa Cariño es igualita igualita a Río Tala, que también entonces “es una villa” porque es chiquita chiquita y tampoco tiene luz eléctrica entonces ayá en Río Tala siempre está oscuro como en Villa Cariño, pero de noche solamente. En Río Tala de día hay sol, pero solamente cuando no llueve. Si hay sol cuando llueve se casa una vieja. De lo de franelear no sé tampoco nada ni me interesa; porque seguro de que acá no viene al caso. Lo que acá interesa es que en Villa Cariño está oscuro como boca ‘e lobo. Nada que ver con el estadio de Boca, ¿no? Eso es seguro.
Como en Río Tala está tan oscuro como en Villa Cariño, siempre al atardecer tío Salvador Coma (sin “Punto y” porque tío Salvador Coma es medio gaucho y no un aristócrata; sin nada de Punto y Coma ni Nazar Anchorena ni Peralta Ramos ni Menéndez Behety ni nada de ninguno de esos apellidos dobles que aparecen en el rotograbado del diario La Nación de los domingos. Al diario La Nación nos lo entrega todos los días a la mañana Don Ramón, un viejito ciego pero uno no sabe que es ciego porque usa unas antiparras de soldar con soldadura eléctrica y entonces no se le ven los agujeros donde antes tenía los ojos —los ciegos no tiene ojos, ¿no?, yo creo. También arriba de las antiparras de soldar que le tapan esos agujeros donde una vez hubo ojos tiene la visera de una gorra militar de guarda de tren que lleva puesta en la cabeza. Al pedo la visera porque si no ve, ¿para qué precisa la sombrita que le da la visera? De todos modos, verás que Don Ramón es un diariero medio uniformado. Papá le dice “el canillita” y yo lo miro a Don Ramón y trato de entender cuál es el parecido entre un Don Ramón uniformado de diariero y la canillita del patio que mamá usa para llenar la regadera con la que riega las macetas con los malvones y esas cosas.
Don Ramón abre la puerta de la joyería y desde afuera nomás, sin entrar, grita ¡LA NACIÓÓÓÓÓÓÓÓÓÓÓN! fuerte fuerte bien fuerte, como si papá y mamá estuviesen a quince kilómetros de distancia, a pesar de que están a menos de dos o tres metros de Don Ramón. Papá en general está en su “mesa de trabajo” con la lupa encajada en un ojo (con el que ve) y el otro cerrado (pero que si lo abre, también ve), no como Don Ramón que no tiene ninguno. Papá está ahí arreglando los relojes de los clientes. O entonces la que está es mamá, pero ella está ‘llevando los libros de contabilidad’ (¿adónde los lleva?). A esto mi mami lo hace con los brazos apoyados sobre la primera vitrina-mostrador a tu izquierda cuando entrás a la joyería por la puerta de ese lado, que es la que Don Ramón siempre usa porque Don Ramón podrá ser ciego pero se sabe de memoria a cuántos pasos del buzón de la esquina queda esa puerta.
Debe ser difícil ir por la calle gritando Diario, Diario Diario y al mismo tiempo ir contando los pasos para saber el aquí o allí o allá de cada puerta que Don Ramón tiene que abrir y gritar el nombre de cada diario para cada cliente que tiene. Por ejemplo: en casa grita ¡LA NACIÓÓÓÓÓÓÓÓÓÓÓN!, pero en la carpinteria de Don Vicente Airaldi, que está a tres puertas después de la nuestra (no sé a cuántos pasos de los que da y cuenta Don Ramón queda esa puerta), Don Ramon Grita ¡LA RAZÓÓÓÓÓÓÓÓÓÓÓN! Tiene muchos clientes y por lo menos cuatro o cinco marcas de diario, seguro: La Nación, La Prensa, El Mundo, La Razón y me parece que también lleva el Clarín (¡… y el Clarín/ estridente sonó/y a la voz del gran jefe/ a la carga ordenó!), pero éste no estoy seguro si lo vende. Por ahí que éste todavía no existe.
Mamá se lee el rotograbado de los domingos de La Nación de pe a pa porque le gusta saber de esos de doble apellido, le gusta mucho ver y saber cómo viven los “jerarcas”, como dice papá medio con sorna, pero a mamá le gusta igual. Aunque quien sabe si todavía le gusta después de que papá le agüó la fiesta con ese comentario. Pero yo sé que papá dice esas cosas solamente porque es socialista del Partido Socialista del papá de la Marta y la Silvia Palazzotti que viven en la Casa del Pueblo —como está escrito en letras bien grandes arriba de la cornisa de la casa, ayá a medio camino yendo para la estación. Yo me digo, ¿por qué ahí viven solamente ellas dos con sus papi y mami, y cierran la puerta enorme que tiene esa casa con una llave mucho más grande que la de la despensita de mi papá, si la casa al final es del pueblo? ¿No?
Pero te contaba que mi tío Salvador Coma (sin Punto) en Río Tala todos los días al anochecer tiene que encender las mechas de los Sol de Noche a querosén. Se la pasa meta que te bombea el tanquecito de los Sol de Noche (hay como cuatro) hasta que la mecha de red (¡a la que el tío Salvador Coma le llama camisa! ¡Está en pedo!) se infle con el gas de querosén y se ponga redonda como una pelotita de ping-pong del Clú Aclético o como el globo aerostático Pampero de Jorge Newbery pero en miniatura, como lo vi en el Billiken. Y listo: cuando la mecha ya se hinchó así, ahí nomás empieza a hacer una luz bien bien blanca y fuerte. Igualita igualita a la luz que dan los faroles a querosén del negocio de los Dell’acqua, ayá en la segunda cuadra después de la esquina del almacén de ramos generales de mi tío Salvador Coma, pero en el negocio de los Dell’acqua —que también es un almacén— los Sol de Noche cuelgan de unos ganchos del techo, bien bien alto. No sé cómo don Dell’acqua los bombea allá alto arriba para que la mecha agarre brillo. Ni idea. Pero una vez que está bien bombeado el Sol de Noche del tío Salvador Coma se ve todo bien de nuevo, casi como de día pero no tan bien como de día con las cortinas abiertas y el sol entrando. Pero ahora el Sol de Noche ilumina todo. Otro problema más que está resuelto y a otra cosa.
El almacén de ramos generales de tío Salvador Coma sin Punto es un lugar enorme que afuera tiene un surtidor de nafta a manija. ¡Otra vez bombea que te bombea el tío Salvador Coma!… y bombea y bombea y bombea que te bombea y la nafta sube a una botellaza que hay arriba de todo en el surtidor hasta que se llena y cuando la botellaza se llena, la nafta entonces baja por la manguera negra de goma durísima durísima como un fierro y entonces la nafta se mete en el tanque de nafta del auto del tipo que se paró a cargar.
Después de cargar nafta el tipo entra con mi tío Salvador Coma al almacén meta conversar todo el tiempo de Perón mientras caminan y usan la palabra economía un montón de veces. Pero cuando el tipo ya va a pagar la nafta, en vez de sacar la plata del bolsillo le pide a mi tío Salvador Coma que le sirva un traguito y se toma una ginebra, una grapa o una caña o dos o tres o qué sé yo cuántas y después de que se las toma (y que por ahí también se comió algunas rodajas de chorizo seco con pan francés), se las toma. No a las bebidas: el segundo se las toma que te acabo de decir quiere decir que si a las bebidas estas ya se las tomó antes, ahora el tipo se las toma, queriendo decir que si ya se tomó la caña o la ginebra o la grapa, ¿qué se va a quedar haciendo? ¿no? Ya se tomó los tragos que pidió y mi tío Salvador Coma le sirvió, pagó la nafta y los tragos; entonces se las toma.
Mirá: la nafta ya está en el tanque del auto, y la grapa, la caña o la ginebra en la panza y en la cabeza —Mamá dice que hay que tener cuidado porque el alcohol a uno se le va a la cabeza. Yo por mi parte creo que mamá debería decir que a uno el alcohol se le viene a la cabeza. Porque yo por lo menos creo que es igual a cuando a uno una idea se le viene a la cabeza, ¿no? Uno nunca dice “Mirá: me fue a la cabeza esta idea”; uno dice “Mirá: me vino a la cabeza esta idea”, y entonces la expresa, ¿no es así? Pero en fin; lo que decía es que al tipo en ese momento —cuando ya hizo todo lo que había venido a hacer al almacén de ramos generales de mi tío Salvador Coma— no le queda otra que tomárselas, ¿ves? El tipo se las toma en el auto, ahí por donde vino, acelerando y levantando tierra, porque en Río Tala no hay asfalto.
Ahora que pienso, ¿habrá asfalto en Villa Cariño? Seguro que sí, porque tío Raúl Victores dijo que a Villa Cariño “van a estacionarse”, y en las playas de estacionamiento de Buenos Aires, donde papá deja el Chevrolet 51 cuando vamos, SIEMPRE hay asfalto. Conclusión: en Villa Cariño tiene que haber asfalto también, no como en Río Tala donde los autos levantan polvareda y el Chevrolet 51 negro de papá queda todo lleno de tierra; por eso papá adentro del baúl tiene un plumero y una lata de cera de pulir. ¿Viste?, una plumereada y listo. Si es domingo, en vez de la plumereada lo lava y lo encera todo con la cera y una franela.
Primero lo lava bien pasándole ‘la gamuza’, que cuando está seca es dura como el cuero de un animal estaqueado al sol (de esos que los indios y lo gauchos después truequean con los turcos de las pulperías), pero ni bien se moja, la gamuza se pone toda suavecita y hasta medio aterciopelada. Papá dice que al Chevrolet 51 hay que lavarlo con la gamuza porque si no se raya todo, ¿viste? Y después lo franelea todo con la franela y la cera… … … ….
¡YA ESTÁ! ¡Ya me di cuenta! Otra cosa más que está resuelta: ¡Cuando tío Raúl Victores dice que a Villa Cariño se van estacionar en los autos para franelear debe significar eso! La gente va en auto a Villa Cariño para estacionarse y limpiar bien bien bien los autos, dejarlos impecables como el Chevrolet 51 de papá todos los domingos, cuando en vez de plumerearlo lo lava con la gamuza y después lo franelea bien franeleado con la franela.
Pero toda esta gente que va a Villa Cariño tiene saber muy bien cómo franelear en plena oscuridad. Saber tan bien franelear en la oscuridad como Don Ramón sabe ubicar en la oscuridad las puertas de las casas de cada cliente suyo para poder gritar en plena oscuridad ¡LA NACIÓÓÓÓÓÓÓÓÓÓÓN!, después de haber contado la cantidad exacta de pasos desde el buzón de la esquina hasta esa puerta. Si Don Ramón pudiese ver como toda la gente normal con ojos, de repente podría contar las baldosas, pienso yo ahora, ¿no? ¡Uhhh!: vas a ver que el piso de Villa Cariño no está asfaltado: está embaldosado. Entonces, mi conclusión es que la cosa en Villa Cariño debe ser así nomás, ¿no? Sólo puede ser así porque no queda otra, ¿no te parece? Esa es la única manera de franelear bien en plena oscuridad. Y hay que tener una buena franela y cera como mi papi, por supuesto. Todo cambiaría si uno fuera a Villa Cariño con una linterna Eveready.
El surtidor está justo en el frente al Almacén de ramos generales de mi tío Salvador Coma, justo al borde de la vereda hecha de ladrillos colocados de perfil y horizontales, de tal forma que cuando camino por esa vereda, estoy pisando “el canto” de los ladrillos. Y esto me hace preguntarme por qué diablos al costado de los ladrillos le llaman “canto de ladrillo” y no ‘costado’ nomás. Es muy confuso, porque ese asunto del canto de ladrillo me obliga a asociar y entonces cada vez que mi hermana Pupi va a clase de ‘canto’, siempre pienso que si yo no supiera que mi hermana Pupi va a ayá para aprender a cantar el Va Pensiero y otras cosas así yo creería que ella va al horno de ladrillos que está por ayá por la Colonia Suiza donde hay ranchos y uno puede aplaudir bien fuerte parado en la puerta y pedirle a la doña dueña de casa (“doña dueña”, ¡qué hermoso!) agua del pozo (rima) que saca la doña dueña con el balde con soga y roldana.
Si este fuera el caso, mi hermana Pupi iría a la Colonia Suiza para aprender a fabricar ladrillos, no a cantar el Va Pensiero, porque cada ladrillo tiene dos cantos (las puntas no pueden ser cantos, pienso yo), así que mi hermana Pupi aprendería dos cantos por ladrillo. Nada mal, eso, porque en la clase de canto para aprender un sólo canto a veces demora como dos semanas. El horno es mucho más efectivo, en eso. Para aprender a cantar el Va Pensiero le costó y demoró un montón. Pero claro que el Va Pensiero es en italiano, pero los ladrillos de canto son en baraderense derecho viejo nomás. Derecho viejo como ese tango que le gusta a mi papá pero que Pupi no canta. O no lo sabe o derecho viejo no tiene letra. En fin, la cosa que mi hermana Pupi además de hacerse psicoanalista por los tarumas cuando crece y se vuelve grande también se hace profesora de italiano por el Va Pensiero. Y después trabaja con los tarumas en su consultorio y en el hospital y con el italiano en la escuela Marcos Sastre y no sé dónde más, pero seguro que también.
Las paredes del almacén de tío Salvador Coma —y ni te voy a contar todavía por qué mi tío Salvador Coma se llama Salvador, porque aguantate nomás que más abajo te cuento junto con la historia de otro nombre que viene también al caso del Salvador— Decía (y no me interrumpas más, ¿eh?) que las paredes del almacén de mi tío Salvador Coma son de “ladrillo visto”, y eso significa más ladrillos de canto todavía. Yo le paso el dedo al material de entre medio que pega los ladrillos de la pared uno contra otro, y no me parece que sea porlan: el porlan es gris, duro y áspero porque los albañiles lo mezclan con arena que traen del silo de Spósito, ayá al lado de la Subprefectura… “sub” como en submarino, pero ésta no está (“ésta está” ¡qué lindo!) abajo del agua. La Subprefectura ésta está (como te acabo de escribir) frente a los galpones que Refinerías tiene en el puerto de Baradero, pero cruzando la calle. Refinerías es “yanqui”, me dijo mi papá Socialista. O entonces tal vez al porlan lo hicieron en San Pedro, donde la arena es de mi tío Juan Calzado (ni hablemos de este apellido hoy, ¿no?, porque éste también se las trae), y está en su corralón también del puerto, pero de San Pedro. Creo que en Río Tala no hay arena, por eso la junta de los ladrillos vistos de la pared del almacén de ramos generales de mi tío Salvador Coma no es de porlan sino de otra cosa que parece barro seco.
Dicho sea de paso y muy importante porque estas son directivas de mi mami: hay que mirar bien para los dos lados antes de cruzar la calle frente a Refinerías y también frente a la Subprefectura y también frente al almacén de ramos generales. Esas calles son todas peligrosas. Frente a Refinerías pasan, entran y salen camiones cargados de maíz, o de Kero, o de Maizena o de aceite Mazola y otras cosas que no me acuerdo. Frente a la Subprefectura vienen todos a los pedos. Y frente al almacén pasan levantando polvareda no sólo los autos, sino también las chatas, los sulkys, los breques y los caballos ensillados en los que galopan los gauchos. Algunos, en pedo.
Ahora que está también solucionado eso de cruzar la calle, sigo. Como te contaba, más que porlan lo que hay entre medio de los ladrillos de la pared de afuera del almacén de ramos generales de tío Salvador Coma es un material que parece barro seco, como el adobe de unos ranchos que hay ayá en el medio del campo que papá tiene en San José de Feliciano, ayá lejos lejos en Entre Ríos, adonde hay que llegar manejando por unos caminos de tierra anchísimos y polvorientos como las calles de Río Tala —unos caminos de tierra donde el Chevrolet ’51 de papá corcovea y derrapa, a pesar de que papá no va jamás a más de ochenta, porque si se pasa de cincuenta o sesenta mamá le empieza a decir “cuidado Hugo” (mi papi se yama como yo, Hugo. ¿Viste qué coincidencia?) “Cuidado Hugo”, le dice mamá; “cuidado Hugo” (le dice eso todo el tiempo, o casi). Entonces, sube el volumen al ¡CUIDADO HUGO! Le grita así cada vez que papá se pasa de cincuenta o sesenta: entonces papá pone cara, ¿sabés? Sí, esa cara. Pero como no quiere quilombo agarra y va más despacio y listo. Es muy peligroso. Peligroso el quilombo y peligrosos los accidentes.
Lo más raro de todo es San José de Feliciano. San José de Feliciano es un pueblo todo de tierra como Río Tala, todo sin luz ni pavimento como Río Tala, pero que queda ayá como a más de un día entero dentro del Chevrolet ‘51 de mi papi, contando desde Baradero y yendo para el lado de Rosario, pero MUCHO más después y ya en otra provincia diferente. En realidad, yo las conté una vez y vi que quedaba a dos provincias de la de Baradero, la nuestra, que es la de Buenos Aires. Por eso nuestro manual de la Escuela Número uno se llama Manual del alumno bonaerense, Dicho sea de paso: yo demoré un montonazo para darme cuenta qué quería decir bonaerense. Si yo viviera en San José de Feliciano mi manual se llamaría Manual del Alumno Entrerriano. Ya te diste cuenta sin que yo te lo diga y por pura deducción, ¿no?. Sí. La acertaste: San José de Feliciano queda en la provincia de Entre Ríos. Y para llegar a la provincia de Entre Ríos desde la de Buenos Aires no queda otra que irse hasta la provincia de Santa Fe y entrar a la de Entre Ríos por un túnel que se llama el Tunel Subfluvial (como la subprefectura y el submarino —todo por abajo, pero en este caso por abajo del Río Paraná. No me preguntes nada del Puente Zárate-Brazo Largo porque todavía no existe. No jodas. Pero ésta es otra cosa que acabo de probarte, ¿ves? San José de Feliciano queda a dos provincias desde la de Buenos Aires: Santa Fe y Entre Ríos.
Se llama Entre Ríos (nada que ver con Río Tala), porque la provincia esa esta ladeada por los ríos Paraná y Uruguay, que son anchos y largos largos largos. Estos dos ríos medio como que aíslan (pero no, si no serían islas) a tres provincias: Entre Ríos, Corrientes y Misiones. Por eso la junta total de ese trío se llama “la Mesopotamia”. Igualito igualito a la otra Mesopotamia de ayá mucho más lejos en un lugar yeno de arena y gente con turbante en la cabeza que se llama el Oriente Medio. Ahí es donde pasan Las Mil y Una Noches y otras cosas por el estilo.
De esa Mesopotamia de ayá lejos fue que los echaron a la mierda a Adán y Eva después de que cogieron —no sé qué quiere decir esto pero se dice así. En cambio, la catequista me dijo que los echaron porque se comieron la manzana del árbol del conocimiento. Sin embargo, el Coqui Coria me dijo que eso son Fake News, y que en realidad Adán y Eva se pusieron en bolas (“sin darse cuenta”, seguro, porque el libro de catecismo dice que fue solamente después de comerse la manzana del árbol del conocimiento que Adán y Eva se dieron cuenta de que estaban desnudos). “Bolazos”, dice el Coqui Coria, “estaban en bolas y cogieron”. A eso él me lo juró por Dios, así que no es Fake News.
Y parece que en la Mesopotamia del Medio Oriente está prohibido coger, creo que hasta hoy. Por eso los expulsaron a Adán y Eva. Creo que en la Mesopotamia de San José de feliciano se puede coger sin problemas. Por lo que yo sepa de ahí nunca expulsaron a nadie. Le pregunté a Coqui Coria que opinaba de eso y me contestó que más que seguro que en San José de Feliciano se coge a pija revoleada. No entendí; tengo que preguntarle de nuevo, cuando lo vea. Te confieso que voy a tener que investigar un poquito ese asunto de coger porque de eso no se ni un pito. Cuando me entere te la canto clarita clarita. Prometido.
Al Coqui Coria no lo expulsaron, pero lo suspendieron. No de ninguna Mesopotamia. Eso fue cuando cagó en la pileta del Regatas durante el baile de Fin de Año. Pero él pudo volver al Regatas para el baile de Año Nuevo del año siguiente. ¿Sabés por qué? Porque después de un año lo dejaron entrar de nuevo porque había estado solamente suspendido, mientras que a Adán y Eva un ángel grandote y muy poderoso los sacó cagando después de que cojieron según Coqui Coria, o después de que se morfaron la manzana del árbol del conocimiento, según la de Righini, mi catequista de la Acción Católica. El ángel de la espada de fuego los expulsó amenazándolos con su espada de fuego. Fueron expulsados, no simplemente suspendidos, como lo fue el Coqui Coria después de haber cagado en la pileta de natación. De paso: en el baile de Año Nuevo del año siguiente el Coqui Coria se portó bien. Fue al baño.
Esa espada de fuego del ángel de la espada de fuego me da más miedo todavía que el soplete de soldadura autógena del chapista Novella. Expulsado es para siempre. Suspendido es por un año: de Año Nuevo a Año nuevo, ¿no? ¿Qué pasa si uno decide cagar en una pileta en junio, digamos, por ejemplo? Qué sé yo! Tanto misterio guarda la vida todavía para mí. ¡Asombroso!
Una vez un chico grandote de ayá del campo le pegó una piña en la cara a una maestra de segundo grado y le quebró la nariz. Lo expulsaron de la Número uno y nunca nunca más lo volvimos a ver. Por eso sé que expulsado es para siempre. Nunca más lo vimos ni sentimos el olor a humo que el chico expulsado siempre traía todos los días del invierno a la escuela porque dormía con un brasero de carbón dentro del rancho para no sentir frío. Creo que el Socialismo tiene algo que ver con esas cosas de vivir en un rancho y tener frío en invierno y olor a humo de brasero y usar alpargatas desflecadas y polvorientas como las calles de Río Tala y las rutas que van a San José de Feliciano, me parece a mí.
Por ahí si te expulsan de la Mesopotamia del Medio Oriente te recontracagás de frío, porque en la Mesopotamia —rodeada por los ríos Tigris y Éufrates, me dijeron las monjas en la clase de religión de primero superior del San José— siempre hace mucho mucho mucho calor. Ahí en la Mesopotamia de turbantes y de las Mil y una Noches es el Paraíso Terrenal y hace mucho calor. Por eso debe ser que los posters de las agencias de turismo de la calle Florida y de Corrientes tienen imágenes de lugares como Aruba, Bahamas, Miami y qué sé yo dónde más, pero siempre en algunas partes de las palabras del póster dice Venga con nosotros a un verdadero «paraíso tropical”. ¿Ves?
San José de Feliciano es medio como Río Tala que también es todo de tierra. Río Tala es donde al lado del almacén de mi tío Salvador Coma, está la lencería Novedades Marinda de mi tía Nacha, la esposa de mi tío salvador Coma. A mi tía Nacha le dicen Nacha, pero en realidad se llama Encarnación Veiga de Coma, pero no se llama Encarnación por las uñas encarnadas ni por los juanetes que tiene. Mami dice que mi abuela Erminda —abuela con el mismo nombre de mi mamá Herminda, pero a mi mamá mi abuelo fue al registro civil y se lo encajó con hache— La cagó mi abuelo, me parece , …
Como te decía: mi mami me explicó que mi abuela Erminda fue y le puso a mi tía Nacha “Encarnación”. Te explico. Ya que hablamos de expulsiones del paraíso terrenal en la Mesopotamia del Oriente Medio y de ángeles con espadas de fuego: Encarnación le puso mi abuela a mi tía Nacha en homenaje a Jesús Cristo Nuestro Señor, que, que, que… que qué sé yo; no entendí muy bien, pero parece que el viejo de él —que es Dios Padre Todopoderoso (todopoderoso todo junto, en una sola palabra pero significa todo-poderoso, tipo el jefe máximo de una cuadrilla de maleantes de la revista Puño Fuerte)— decidió fabricar otra “versión Dios”, pero ésta de carne y hueso y para eso tuvo que agarrar al Dios que ya existía (que era él mismo así que mucho no le costaba), porque parece que él era de algún material diferente que no se ve ni se siente. Para hacer esta versión “Dios II: El Hijo”, usó carne, hueso y lo llamó Jesús. Este nuevo era el hijo porque lo había hecho él mismo; no se lo encargó a nadie, como mi papi me hizo a mí y por eso yo soy su hijo.
¿Entendés? El Dios Jefe de Cuadrilla tuvo entonces que hacerlo al “Dios II: El Hijo” de carne y hueso para que se viese y fuese como yo, tal como mi papi me hizo a mí. Y le chantó de nombre Jesús. ¿Está claro? Ese proceso de fabricar un Dios de carne y hueso, se yama como le pusieron a mi tía Nacha, que se yama Encarnación. Yo me imagino que encarnación debe querer significar: “en-carne-acción”. Acá la cagaron un poco también, como cuando mi abuelo le encajó una “H” al nombre de mi mamá. Debería haber sido no “En-carne-acción”, sino “Carne-en-acción”, ¿no te parece? Carne en acción, como los ‘action figures’ que uno se compra en las jugueterías y vienen de ayá de Estados Unidos. Son yanquis. Hay un action figure que es un soldado de las fuerzas especiales de EE.UU. y se llama G.I. Joe. Seguro que el nombre completo de este dios de carne y hueso, El Hijo, tiene que ser G.I. Jesús . El G.I. Joe es yanqui. El G.I. Jesús por mera coincidencia es del Medio Oriente, como el Paraíso terrenal ¿entendiste?
Bueno, el asunto de mi tío Salvador llamarse Salvador tiene algo que ver con el G.I. Jesús, me dijeron. Como le sucedió a muchos G.I. Joes en la guerra de Vietnam, Iraq y muchas otras, a G.I. Jesús también lo cagaron matando. Y para pior, para reírse de él le sacaron las letras G.I. y en su lugar le pusieron las INRI, pero después del Jesús, no antes como las G.I. del G.I. Joe. Pobrecito, quedó así: Jesús INRI.
Pero parece que G.I. Jesús murió convertido en Jesús INRI para salvarnos a todos nosotros de algún peligro mortal inminente. Fue nuestro salvador,¿Ves? Mi tía Nacha se llama Encarnación y su marido, mi tío Salvador Coma, se llama Salvador:
Jesús Nuestro Salvador, la Encarnación de Dios Todopoderoso.
Entendiste, ¿no? Mi tío Salvador Coma y su esposa, mi Tía Encarnación “Nacha” Coma, son un homenaje viviente al “G.I. Jesús / Jesús INRI”, cada uno a su modo de acuerdo al antojo de nombres que a cada uno de sus papis y mamis respectivos “les ‘vino’ a la cabeza”.
Si mi tío y mi tía ya de entrada vienen con nombres de dioses, ¿te imaginás si además tuviesen doble apellidos de jerarcas? No les podrías tocar el culo ni con una vara de dos metros, como dice mi papi de esa gente que sale en fotos color sepia en el rotograbado de La Nación. SALVADOR Y ENCARNACIÓN PUNTO Y COMA. Ni con una caña de diez metros. Ni por joda.
Debe ser por eso que mi tía Nacha-Encarnación y mi tío Salvador no tuvieron otra que casarse: los presentaron, se dijeron los nombres uno al otro y concluyeron “¡Cagamos: a la Iglesia!”
Y es así cómo mi tío Salvador Coma y mi tía Encarnación Veiga contrajeron matrimonio frente a una imagen del Jesús INRI clavado en una cruz. A la salida de la iglesia les tiraron arroz, se fueron a su casa de Río Tala y fueron felices y comieron perdices.
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Pleasantville, sábado 2 de enero de 2021
Ilustraciones:
- La esquina del Almacén de ramos generales de Coma
2. Un farol Sol de noche
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