
Dicen que lo hallaron muerto en su cama, quizás como anunciando que iniciaba el descanso eterno y se fue quedamente, sin estridencias, seguramente para no incomodar a nadie, tal como era el carácter de Héctor «El Flaco» Cáceres. Es difícil encontrar una persona sobre la cual exista una opinión unánime en cuanto a su calidad de «buena persona»; pero «El Flaco» lo había logrado.
Durante años barrió las calles de la ciudad y aún ahora, cuando lo habían jubilado en razón de haber cumplido los 65 años, continuaba trabajando para una de las cooperativas locales ya que su trabajo era, en verdad, una parte muy importante de su vida.
Por ahí escribió María Tersa Difalco, que Héctor era la muestra de que el trabajo es una bendición y sus palabras aciertan ya que «El Flaco» asumía su tarea cotidiana con una sonrisa en sus labios que se entremezclaba con alguna melodía puesto que su otra pasión era la música y un instrumento en especial, la batería.
Cuentan los que lo conocieron desde pequeño que, a falta de un instrumento verdadero, le usaba a su mamá las ollas y sus tapas que, a poco, terminaban maltrechas debido a los golpes recibidos. Así fue adquiriendo un estilo que divertía a todos, aún a los más indiferentes y no molestaba a nadie. Sus piruetas, sus puestas de espaldas con las piernas haciendo «tijeras», eran toda una fantasía que agradaba a los que lo veían; los de Baradero acostumbrados, pero cuando iba a tocar a otro pueblo, «El Flaco» era una sensación y, cuenta él mismo en un video local, hasta llegaban a pedirle autógrafos.
En los últimos años, se dedicó a barrer la zona de calle Sta. Ma. de Oro a partir de Laprida, giraba en Anchorena y por allí continuaba. Le sumaba a sus obligaciones actitudes que hacía de comedido nomás, como ayudar a la fluidez y seguridad del tránsito con sus indicaciones en los cruces y en el estacionamiento y también, aunque su trabajo era barrer la calle, barría las veredas cuando lo consideraba necesario.
Se fue Héctor Cáceres y logró lo que pocos consiguen: partir ante el lamento generalizado de la población, lo que tal vez, en su postrero sueño, haya presentido.
Gabriel Moretti
El Diario de Baradero
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