
La inseguridad en Baradero no solo preocupa por los hechos delictivos que se repiten a diario —robos de motos, bicicletas, asaltos a comercios y viviendas— sino por algo aún más alarmante: la total ineficiencia de quienes deberían dar respuestas.
Vecinos y vecinas denuncian que llaman, reclaman, piden reuniones, exigen medidas concretas, pero del otro lado solo hay silencio, excusas o promesas vacías. La descoordinación entre la Municipalidad, la Policía y la Justicia es evidente, y el resultado es una ciudad donde reina la impunidad y el miedo.
La bronca va en aumento, no solo por los robos sino por la falta de reacción. No hay patrullajes suficientes, las cámaras de seguridad no funcionan o no están conectadas, y la presencia del Estado parece más una formalidad que una garantía de protección. Nadie se hace cargo. Nadie da la cara.
La sensación es clara: los que gobiernan no están a la altura de lo que Baradero necesita. Y la ineficiencia no es solo una falla técnica: es un abandono. La gente está cansada de promesas y necesita soluciones reales, ya. Porque mientras se espera una respuesta, la inseguridad sigue avanzando.
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