Muchas discusiones generó la decisión de construir los dos reductores de velocidad (lomos de burro) de nuestro acceso. Con el paso del tiempo, los conductores se fueron acostumbrando a su existencia y hasta en la empresa alimenticia, en cuyo frente hay uno de los reductores, se tomaron interesantes precauciones como la instalación de semáforos y reductores plásticos adicionales para advertir que allí hay un «lomo de burro».
No corrió igual suerte el otro, en la las cercanías del cruce de San Martín con San Lorenzo que más allá de las implicancias históricas que resultan de citar sus nombres, quedó relegado, sin luces y, lo que es más grave, carente de pintura reflectante como alguna vez tuviera.
Ahora ambos reductores están casi en la misma situación ya que los semáforos del primero que fue citado no funcionan, pero las luces de la empresa algo iluminan y el segundo está sumido en la oscuridad por lo que se constituye en un obstáculo que puede resultar peligroso.
Si alguien viene distraído, seguramente el golpe que recibirá su rodado lo hará reaccionar, otro tanto sucede con quienes ignoran la presencia de los reductores y que seguramente se acordarán de su paso por Baradero si les toca «saltar» por su culpa.
El Diario
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