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La amante francesa de Manuel Belgrano

Los comentarios que hizo el 20 de junio pasado la ex presidente Cristina Kirchner sobre la relación que mantuviera el general Manuel Belgrano con María Josefa Ezcurra, fruto de la cual fue Pedro Rosas y Belgrano y Dolores Helguero, en Tucumán, y de la que nació Manuela Mónica Belgrano, son suficientemente conocidos. Sin embargo la frase “Yo habría sido amante de Belgrano” y que tuvo tanta repercusión me llevó a pensar que, de haberlo sido hace dos siglos, se habría tenido que enfrentar con una muy atractiva rival francesa llamada mademoiselle Elisa Pichegrú.

Es bien sabido que don Manuel, junto con Bernardino Rivadavia, embarcó en 1814 rumbo a Europa en una misión diplomática en busca de un monarca de algunas de las casas reales para que gobernara estas tierras. Así llegaron a Londres el 7 de mayo de 1815, donde Belgrano, que era un hombre muy atildado en el vestir, compró ropa de calidad como para presentarse en la corte y, al igual que Rivadavia, se hizo retratar por el pintor francés Francois Casimir Carbonnier, muy de moda en ese momento y cuya obra ilustra esta nota. El creador de nuestra bandera permaneció en la capital del Imperio británico hasta noviembre de ese año.

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Las reuniones sociales eran el lugar adecuado como corte que bien se precie para intrigas palaciegas, como hemos visto en innumerables vistas de época. Belgrano, dicho sea de paso, conoció en esas reuniones a la mencionada señorita Pichegrú, que decía ser pariente de un ilustre a la vez que reconocido cortesano, y charla va y conversación viene prometió colaborar en la búsqueda del candidato a convertirse en monarca de estas Provincias del Río de la Plata.

Sin embargo parece que la encantadora joven pasaba días encerrada con nuestro diplomático, sin duda un hombre de buena presencia, notable cultura, con conocimiento de varios idiomas, ue encajaba perfectamente a esta mujer amante de los “relatos”.

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Decía ser sobrina del general francés Jean Charles Pichegrú, militar que en su juventud sirvió en la guerra de la Independencia de los Estados Unidos, obtuvo el generalato en tiempos de la Revolución Francesa, se unió a los jacobinos, a los que años más tarde traicionaría cuando éstos se rebelaron contra la Convención. Intentó asesinar a Napoleón Bonaparte, que había sido su alumno, pero fue encarcelado y un día apareció colgado en la celda. El muerto era soltero y no tenía descendencia por lo que ella se hizo pasar en Londres por sobrina del muerto, vinculándose a los monárquicos exiliados y proclamando su enojo hacia Napoleón, a quien había declarado su enemigo.

Sin duda la mujer sabía manejar muy bien sus encantos y con ellos subyugó a muchos, entre otros al general Belgrano, en quien vio además una posible opción salvadora en caso de descubrirse su vida de fantasía viniendo con él a estas tierras.

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Para esto la batalla de Waterloo, en junio de 1815, aseguró la caída de Napoleón y entonces, con el camino libre la mujer regresó en setiembre a París dejándolo a Belgrano en Londres. Los periódicos parisinos anunciaron la llegada de la “sobrina del ilustre general”, se entrevistó con el ministro Charles de Talleyrand, hizo colocar una lápida en la fosa común donde había sido sepultado el tío y hasta hizo celebrar una misa en su memoria a la que invitó a sus antiguos camaradas de armas. Hasta el mismísimo Luis XVIII le otorgó una pensión pero en pocos días el “cuento del tío” cambió y, en un nuevo relato, comenzó a aparecer como su hija. Cuando se lo hicieron ver, ella muy rápida replicó que no lo decía porque su padre el general era soltero. Lo cierto es que un hermano del muerto, el abate Pichegrú, quisoconocerla pero ella lo eludía permanentemente. Finalmente, la policía de París, que dudaba del parentesco, la interroga y un diario afirma que es una impostora. Pichegrú pierde la pensión y casi sin recursos, vio como su única opción ir en busca de su amado Belgrano. Así fue que en 1817 llega a Buenos Aires pero para ese entonces su Manuel se encontraba al frente del Ejército del Norte, en Tucumán, adonde prefiere no marchar, quedándose en Buenos Aires. Alojada en un hotel cerca de la Catedral, “escopeta en mano, se entretenía en bajar a tiros a las palomas de los canónigos, pacíficas inquilinas de la cúpula y las cornisas del templo”. Hizo buenas migas con oficiales franceses que llegaban a Buenos Aires como Carlos Roberts, Santiago Marco Antonio Mercher, Juan Lagresse y Agustín Dragumet, quienes conspiraron contra el director Juan Martín de Pueyrredon y sus aliados José de San Martín y Bernardp O´Higgins, inspirados por los chilenos hermanos Carrera. Lagresse y Roberts fueron fusilados en abril de 1819, acusados de sedición, y a mademoiselle Pichegrú, excéntrica y escandalosa, el 7 de julio de ese año el gobierno le entrega el pasaporte para volver a Francia, y embarca a los pocos días para Montevideo.

El 23 diciembre de ese año le escribe a su antiguo amante una larga carta que se conserva en el Museo Mitre, donde le recrimina su ausencia de Buenos Aires para ayudarla con el equipaje, por lo que deberá hacerse un  nuevo vestuario en Francia.

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Mucho más podemos escribir sobre esta carta pero será en otro momento. Lo cierto es que Belgrano tuvo una aventura con Elisa Pichegrú y también que la eludió cuando vino a buscarlo. De existir en algún momento un túnel del tiempo, bueno sería que Cristina Fernández, de poder concretar el deseo que manifestara, se entere con qué rival, muy fabuladora por otra parte, se podría encontrar.

* Historiador. Académico de número y vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación

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1 COMENTARIO

  1. Amante, depende.
    El Dr. General Belgrano. No tuvo dinero ni para pagarle al médico, en sus últimos momentos de vida.

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