Carlos Melchor Candal, vecino fallecido hace algunos años, fue antes que cualquier otra cosa un enamorado de Baradero. A su manera, con las armas que dispuso, con el dinero que invirtió, casi siempre salido de su propio bolsillo, armó un museo particular, recorrió buena parte de nuestro país llevando el nombre de nuestra ciudad por donde fuera.
Candal trató de participar de todo acto público en el que su presencia fuera requerida y buscó siempre el crecimiento de su querido Baradero.
Fue, casi toda su existencia, mecánico; pero en sus comienzos tuvo un kiosco sobre la calle Tomás Edison, frente a la estación ferroviaria.
La foto que hoy publica El Diario, acercada a la mesa de trabajo de El Diario por gentileza de un lector, muestra una formación de personas frente al kiosco y junto a un colectivo. Candal es el cuarto entre los de pie, de izquierda a derecha.

El Diario de Baradero

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