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La brisa sopla suave y agita las verdes hojas de un inmenso árbol que le da sombra. A la cabeza, un banco vacío espera la llegada de algún ser querido. A su lado, alguien ha dejado una rosa roja en un pequeño florero azul, junto a una placa con su nombre, Roberto Sánchez. En ese sitio, un silencioso y bello camposanto de Burzaco, descansa el cuerpo de aquel romántico que supo cantar con algo de premonición: “Estaré en el aire, entre las piedras y en el palmar; estaré entre la arena y sobre el viento que agita el mar”. Hoy se cumple un año de su partida, pero Sandro, el ídolo que cautivó a varias generaciones, permanece vivo en el corazón de los que no olvidan a los artistas que amaron.

Luego de 45 días de internación en Mendoza y tras superar un trasplante de corazón y pulmones, a las 20.40 del 4 de enero de 2010 Sandro atendió el llamado de la eternidad. Hoy por hoy, el lugar elegido para recordarlo por sus “nenas”, como el “Gitano” las llamaba con ternura, es el jardín de paz Gloriam, en el que fue enterrado luego de una ceremonia que congregó a más de 100 mil personas. Poco a poco, allí se acercan desde el sábado quienes quieren decir presente, como María Rosa, que a pesar de haber superado los 70 hace rato sabe cómo disimular el paso de los años. Llegó al cementerio desde Vicente López, acompañada por su hija, Roxana, de 48. Enviudó hace poco y el dolor se multiplicó para ella: “Perdí a los dos hombres de mi vida en 2010, no veía la hora de que terminara este año funesto”, cuenta mientras deposita un ramo de flores en la tumba.

Hace pocos días, la viuda de Sandro, Olga Garaventa, pidió mediante una carta pública “respeto y comprensión para su memoria” y anunció la decisión de “llorar el recuerdo de sus últimos días a solas y en paz”. Desde los Estados Unidos, Nora Lafón, jefa de prensa y amiga entrañable del ídolo, confirmó la versión: “La familia no participará oficialmente en misas ni habrá ninguna ceremonia en el cementerio”. Ese respeto fue entendido por los admiradores. Es el caso de los Leiva, que veranean en Buenos Aires y se acercaron en silencio a la vieja casona de Banfield en la que vivió el cantante para homenajearlo. Allí, el tiempo parece detenido; un par de semanas y un crespón rojo en la puerta principal aún rememora la Navidad. Rubén, Mariela y sus dos hijos llegaron desde Corrientes a vacacionar y a cumplir con una promesa de la mujer de la familia. “Quería estar con él en el primer aniversario”, susurra Mariela, conmovida.

Otro lugar al que concurrieron sus fanáticas fue la plazoleta que lleva su nombre desde el 19 de agosto de 2010, el día que hubiera cumplido 65 años. Alejada unas cuadras de la estación de tren, sólo un par de plaquetas recuerdan a Sandro entre juegos para niños, canto rodado y bancos sin uso. Allí se acercó Melina, que tiene 29 años y vive en pleno centro de Banfield. Ella eligió dejar flores en la pequeña plaza: “No me gustan las tumbas; las siento frías, solitarias; preferí recordarlo acá, adonde todos los días traigo a jugar a mi nena, es el mejor homenaje”.

En el máximo apogeo de su carrera, Sandro compuso el hit Una muchacha y una guitarra , en la que expresó una necesidad muy actual: “No quiero que me lloren cuando me vaya a la eternidad, quiero que me recuerden como a la misma felicidad”. Es probable que ese deseo compartido en vida y el pedido de su viuda hayan atemperado la realización de actos en su memoria.

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1 COMENTARIO

  1. Sandro murió pidiendo que se deje de fumar.
    De todos los desarreglos de su vida el que lo llevó a la tumba fue el tabaco.
    No seria una buena forma de honrarlo dejar de fumar?

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