A comienzos de la cuarentena, un joven traficante que se mueve entre los círculos de la clase alta de la Ciudad de Buenos Aires decidió eliminar el riesgo. Sus clientes selectos valoraban su stock: el dealer ofrecía a fines del año pasado un gramo de MDMA puro a 2.500 pesos, 1.100 el gramo de cocaína de alta pureza. Hasta tenía 2CB, la “cocaína rosa», el polvo euforizante producido en Colombia que poco a poco se instala en Argentina, o aceite de THC -el principio activo de la marihuana concentrado- para fumar en vaporizadores a 50 dólares el medio mililitro con un 80% de pureza, algo rara vez capturado en las incautaciones narco de policías o gendarmes, un sabor VIP para pocos. El 20 de marzo, el dealer le envió una imagen con un texto a sus contactos.

El texto en la imagen decía, inapelable: “CERRADO”.

Otros ante la falta de efectivo o con la clientela que les pide deciden moverse de todas formas. Ayer domingo por la tarde, luego de varios días de seguimiento, la Comisaría 3° de la Policía Bonaerense arrestó en la puerta de su casa en Boulogne a Nahuel Agustín T., “El Polenta”, poco más de 25 años, las manos contra la reja. Les había llegado el dato a los policías de que “El Polenta” traficaba en la zona durante el aislamiento obligatorio para aminorar el impacto de la pandemia del coronavirus, que era una línea fuerte en el barrio. Así, le implementaron una consigna, policías de civil que iban y venían.

“El Polenta” tenía una mochila al hombro, con 50 bolsas en su interior. Cada bolsa tenía pequeños envoltorios, 2.500 en total: un kilo y medio de cocaína. Tenía también marihuana fraccionada, medio kilo. “El Polenta” se había preparado para lo peor, por otra parte: en la mochila también le encontraron un chaleco antibalas, 42 municiones calibre 9 milímetros. El expediente en su contra está a cargo del fiscal Matías López Vidal, de la UFI contra el narcotráfico de la jurisdicción de San Isidro.

El razonamiento es evidente: “El Polenta”, en su mochila, llevaba el stock para la temporada de encierro.

Joven y rápido en Miami: Lucas A., detenido con psicofármacos y una peligrosa receta trucha, tenía un registro de conducir del estado de Florida.

Joven y rápido en Miami: Lucas A., detenido con psicofármacos y una peligrosa receta trucha, tenía un registro de conducir del estado de Florida.

El decreto presidencial y sus dos extensiones cambiaron drásticamente el panorama micro del narcotráfico en la Argentina, las ventas y los pasamanos. La calle misma es el riesgo, con la fuerza pública desplegada para controlar a los que violan la cuarentena: hasta el 11 de abril, según datos oficiales del Ministerio de Seguridad de la Nación, 1.871.334 personas fueron controladas por las fuerzas federales a nivel nacional, 39.531 terminaron con causas o infracciones, 1.355.260 autos y motos fueron frenados y 3.160 secuestrados. En CABA, otra vez según cifras oficiales, la Policía de la Ciudad detuvo o demoró hasta el domingo 12 de abril a otras 8643 personas. La causa en contra es doble: violar la cuarentena y traficar estupefacientes. Andar con droga encima no es negocio.

Así, mientras unos se encierran y esperan, otros resisten con nuevas formas de negocio con precios exagerados entre conversaciones de WhatsApp y deliveries. Otros, con plantas de cannabis en sus casas, van directamente al trueque: frascos por motos. Instagram también se mueve. “Todo chico últimamente», dice un hombre en la Justicia federal que conoce bien el negocio narco en la Argentina: “Los que juegan en grande están esperando para no arriesgarse»

Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota hablaban en su disco La Mosca y La Sopa del toxi taxi“viene y va, y tu sombra va detrás”, decía la canción homónima, un nombre ingenioso para el taxi que transporta cocaína en vez de pasajeros. En la cuarentena, el toxi taxi porteño se reedita. El 23 de marzo, la Policía de la Ciudad interceptó a una Ford Ecosport en la esquina de San Martín y Nogoyá. El conductor, un hombre de 39 años con domicilio en Villa Crespo, aseguró ser un conductor para una aplicación de viaje. Le pidieron el permiso para circular. No tenía, se resistió un poco. Le encontraron nueve bolsas de cocaína en el auto y un resto evidente en la nariz. No fue acusado por venta, no inmediatamente: terminó con una causa por tenencia simple de estupefacientes y resistencia a la autoridad a cargo del fiscal porteño Maximiliano Vence.

Otros van a pie. El viernes pasado, un hombre en la zona de Once fue detenido en Corrientes al 1500 en clara violación a la cuarentena. La Policía de la Ciudad lo palpó: le encontraron 5.300 pesos, pasta base y una roca de 18 gramos de cocaína. Terminó con causa doble, violar la cuarentena y tenencia para venta. Las travestis se convirtieron en uno de los sectores más vulnerables a la cuarentena, particularmente las trabajadoras sexuales, entre el corte de sus ingresos y las amenazas de desalojo. Una travesti fue detenida en Constitución en pleno pasamanos con un hombre en la esquina de Salta y Garay a fines de la semana pasada. Fue acusada de tráfico de drogas, en un expediente a cargo de la fiscal Andrea Scanga, y transportada a una alcaldía de la Policía de la Ciudad.

Los consumidores, por su parte, también se arriesgan, no solo a una causa penal por violar la cuarentena, sino a ser acusados del delito de tenencia simple. Carlos Damín, jefe de toxicología del hospital Fernández, asegura que no aumentaron las consultas por síndrome de abstinencia en su guardia por drogas ilícitas. “No creo que alguien quiera venir a una guardia por esto”, afirma, mientras señala un aumento en el consumo de alcohol y psicofármacos durante la cuarentena.

Los testimonios a los que accedió Infobae tienen dos factores en común: situaciones casi límite y sobreprecios narco, dealers que ante la escasez y demanda cobran lo que quieren, la codicia obvia de los tiempos. Para los que tienen stock, es tiempo de hacer plata cínica. El lucro es suyo: tal como el narcotráfico en tiempos sin coronavirus, el riesgo lo pagan sus mulas y transportes.

El toxi taxi aparece otra vez, esta vez amarillo y negro, no un auto de una aplicación.

Instagram: sorteo de marihuana en Villa del Parque.

Instagram: sorteo de marihuana en Villa del Parque.

N., de 31 años, porteño, tomó el teléfono y envió un mensaje por WhatsApp a un contacto que le había referido un amigo. El servicio era simple, le habían dicho: “Le mandás un mensajes, viene a la puerta de tu casa en un taxi y te da el paquete”. El taxista llegó 6 horas después. N, bajó y se subió como si fuera un pasajero más. L. encendió el reloj para que no haya sospechas y aceleró. Entonces, el taxista hizo el negocio: 1.700 pesos por un pedazo de 25 gramos de marihuana prensada con olor a pis, 500 pesos por encima del precio máximo registrado antes de la cuarentena. N. no discutió el precio en su conversación por WhatsApp. “Dale amigo”, le dijo el taxista: “Ahí voy”.

M., de 31 años, también porteño, contactó otro “servicio”, por llamarlo de alguna manera, 600 pesos el gramo de flores de marihuanaun delivery realizado con un mensajero en bicicleta de una aplicación. A las pocas horas el mensajero “vino con la mochila de la marca del delivery, con la bolsa, con todo. Era como si hubiera pedido una pizza. Le di plata y me dio el paquete con el precinto de seguridad. Una locura”, relató M. a Infobae. Fueron 25 gramos de flores de cannabis. El traficante no solo le cobró la droga, sino que tuvo que pagar el envío: 300 pesos.

Fuentes del Ministerio de Seguridad porteño consultadas no apuntan a casos similares de mensajeros en bicicleta usados como mulas en medio de la cuarentena. Mientras tanto, los vendedores de aplicaciones alertan de este problema en sus grupos de WhatsApp. Uno de ellos, a fines de marzo, contó a sus compañeros cómo encontró media docena de cogollos en un paquete que le entregaron y lo arrojó a la basura.

Por una moto: canje de marihuana en Facebook, zona oeste.

Por una moto: canje de marihuana en Facebook, zona oeste.

Otros consumidores hablan de encuentros casuales en pasillos de supermercados chinos, pasamanos fugaces. Algunos que plantan marihuana en sus casas se lanzan a grupos de compra y venta en Facebook. La semana pasada, un hombre de la zona oeste del conurbano ofrecía un trueque de cuatro frascos de marihuana por una moto “con todos los pelpas y que esté cheta de motor». La publicación, totalmente pública, fue viralizada: la respuesta otro usuario fue etiquetar a todas las fuerzas de seguridad del país en los comentarios.

En Instagram, una cuenta que se anunciaba como un “grow shop” -un local legal dedicado a la venta de insumos para cultivar marihuana, pero que no vende marihuana- prometía 40 gramos de flores si llegaba a los cinco mil seguidores, solo había que etiquetar a otros seguidores. En las stories, un formato más fugaz, vendedores desde cuentas ofrecen gran cantidad de cogollos en compras por bulto, con valores altos. Para algunos son una trampa: “Vas con la guita y te afanan”, dice un habitué del circuito del cannabis. Un grupo de WhatsApp de más de 300 usuarios porteño alerta sobre nuevas ventas clandestinas: días atrás, un hombre ofrecía flores de la genética lemon haze a 600 pesos el gramo, para retirar en una esquina, delivery solo a partir de 10 gramos.

Hay otros servicios, por otra parte.

La falsa receta de Lucas A.

La falsa receta de Lucas A.

El 8 de abril, la Policía de la Ciudad detuvo a Lucas A., de 19 años. Le pidieron documentos, tenía un registro de conductor del estado de Florida, con un domicilio en Miami, no tenía el permiso para circular en vía pública. Lo registraron. No solo tenía 44 pastillas de alprazolam, un psicofármaco: también le incautaron 21 troqueles de LSD y un papel, una receta médica. Tenía un encabezado, de una clínica que no existe, con un sello y una firma de un supuesto neurólogo.

Lo que la receta indicaba era quizás lo más grave. “Codelasa”, decía, en letra manuscrita.

A fines de febrero, el farmacéutico Sebastián Claudio Agostini fue arrestado en una causa a cargo del fiscal Aníbal Brunet. Le habían encontrado una máquina capaz de producir 4 mil pastillas por hora. El problema es qué había en esas pastillas: Agostini, según la acusación en su contra, se había convertido en el primer productor de pastillas con opioides vendidas a nivel clandestino en la Argentina, material narco de un potencial adictivo sumamente alto y una nueva frontera para el inframundo dealer argentino: nunca un traficante había caído con una sustancia similar. Le encontraron oxicodona, comercializada en Estados Unidos bajo el nombre Oxycontin, etilmorfina, metadona. Se hizo rico, aparentemente: le encontraron motos de competición y un Alfa Romeo. El jacuzzi en el jardín de su casa estaba recién instalado.

La clientela de Agostini, según fuentes, databa de hace años, de adictos que se habían congregado alrededor de una farmacia que controlaba en territorio porteño. Ahí, según estas fuentes, habría comerciado diversas mezclas de sustancias en cápsulas, las pastillas conformadas con lactosa llegarían después. La puerta de entrada para estos adictos al consumo de opiáceos habían sido los diversos medicamentos con codeína en el mercado legal, jarabes para la tos. “Codelasa” es el nombre comercial de un jarabe producido por un laboratorio argentino, algo que normalmente ningún neurólogo recetaría.

Muchos en el submundo de las drogas se preguntaron qué harían los compradores de Agostini, si es que es culpable, sin su proveedor principal, en una droga que nadie más opera en el mercado. Una receta trucha podría ser una respuesta. Por lo pronto, el celular de Lucas fue incautado para ser peritado, en una causa a cargo del juez Julián Ercolini.

infobae.com

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