big and small shovels ribbon
En nuestras primeras historias tuvimos como protagonista a Eduardo “El Gordo” Giles. Ya entonces advertimos a los lectores que ese nombre volvería a ser citado porque, a nuestro entender, sus anécdotas lo colocan entre uno de los vecinos más destacados de Baradero.
En aquellas historias narramos algunos pormenores de la singular fiesta de casamiento de “El Gordo”; en esta ocasión hablaremos de los corsos, en los cuales Giles descollaba. Quienes mejor lo conocieron dicen que durante una de esas fiestas se encontraba a sus anchas mientras desarrollaba lo que había tardado meses en elucubrar, planificar y por fin realizar. Hay que recordar que Eduardo era un hombrón de más de metro ochenta de altura y físico de gran robustez que escondía bajo esa fisonomía el alma de un chico. Existen varias anécdotas de “El Gordo” Giles durante los corsos, pero en esta oportunidad elegimos la siguiente.
Se había organizado un grupo de vendedores ambulantes que, mientras recorrían el corso, iban voceando su mercadería; uno vendía morcillas frescas, otro bananas verdes, el de más allá palas chicas, y también había un vendedor de palas grandes. Dicho así no hay nada menos llamativo, pero Giles y sus acompañantes voceaban la mercadería de manera alternada, combinando las palabras de manera picaresca para provocar risas en la concurrencia. No faltó alguien a quien le pareció un exceso, y prestamente acudió a hacer la denuncia a la comisaría, en esos años a tan solo media cuadra de la Plaza Mitre, donde se desarrollaba el corso.
A los pocos minutos un grupo de policías llegó y buscó al cuarteto acusado de procacidad. Al encontrarlos, se los llevaron demorados a la comisaría hasta que fueron convocados por el oficial de turno. Se cuenta que entonces se formaron delante del escritorio del policía y, sombrero en mano, Giles intentó una defensa: “no sé por qué nos han traído acá, señor oficial: este hombre vende palas chicas, aquel palas grandes, hay uno con morcillas frescas y otro que ofrece bananas verdes; que yo sepa no hay ninguna infracción en eso.” El oficial, impertérrito y con sonrisa desdeñosa, les informó que prestaran atención porque iba a leerles el acta de infracción que había terminado de redactar: “en virtud de haber violado los aquí presentes el artículo número tal, acápite tercero en cuyo inciso incluye…” En este punto, “El Gordo” le dio un codazo cómplice a un compañero y dijo: “atendelo vos, que fuiste hasta sexto”.
Gabriel Moretti

 

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