Aníbal de Antón era nuestro vecino, nació en la ciudad de San Pedro, trabajó como pintor de brocha gorda y, al mismo tiempo, escribió poemas. Sus primeros versos fueron publicados en el diario local El Imparcial que lo tuvo como columnista durante mucho tiempo firmando sus trabajos con el seudónimo de Fray Agudo. Integró al Academia Nacional del Lunfardo.
Aníbal de Antón fue un poeta de los suburbios, de la gente humilde, de las costumbres cotidianas. Sus poemas muestran una fina sensibilidad, sutileza, ironía, y la hondura de la palabra. Como suele a menudo suceder, Aníbal de Antón fue subestimado en su pueblo y luego de su desaparición se lo tuvo más en cuenta que durante su vida. Quizás el hecho de su desapego a los círculos del elogio fácil y el oficio de pintor, alejado de los cánones considerados como “naturales” para alguien que escribe poesía, también hizo su parte.
Hoy continuamos la publicación de algunos de sus versos para que se conozca la obra de este gran poeta del norte bonaerense. Gabriel Moretti

ALQUILO SOLEDAD

Busco una soledad para alquilar.
Un bulín sin catrera y sin placares.
Un bulín pa en el suelo apoliyar.
Con jaula de aire pa encerrar cantares.

Pa amontonar en él las ilusiones
que incansables me siguen arrullando…
bellísimo conjunto de buzones
comprados, ya ni sé cómo ni cuándo.

y mis andanzas, mis itinerarios
al Sin Rumbo y perdiendo el equipaje;
y el bobo de mi pecho, sin horarios,
haciendo dedo a trenes siempre en viaje;

y un maletín con los caudales míos,
mis muchas cosas que aparentan poco:
mis bolsiyos, de estómagos vacíos;
mi gorro de dormir mi sueño loco;

mi peine de alisar mi chifladura;
mi álbum de tristezas; mi baúl
con cenizas de ensueño y de ternura,
con plumas del que fue un pájaro azul…

mis lágrimas con máscaras de risa;
¡mi flor del aire: mi alma sin raíz!…
mi percha, que aún espera una camisa
que yo tampoco hallé pa ser feliz.

Arrugas, varias canas, una herida…
y puesta (por ser chica mi valija)
la vieja piel que me planchó la vida
con sus caricias de papel de lija…

mi piel donde una vieja cicatriz
llora a su juventud llamada herida.
¡Si hasta un dolor tiene algo de feliz,
nunca la primavera ya perdida!

¿Dónde hospedar la rosa asesinada
y sin tumba, sin lápida y sin cruz?
¿dónde la estrella con su luz cortada
por deudas de millones de años luz?

¿dónde una isla (acaso fue soñada)?…
su costa en soledad sentimental…
y el hondo, largo mar de una mirada
que al verde se llevó y me dejó sal…

mi foto; sus veinte años que volaron;
mi escracho, y su flamante edad de oro,
y esas pecas postizas que agregaron
las moscas que la usaron de inodoro…

¡Qué imagen de mi vida es esa foto
que injuriaron insectos!… ¡qué prontuario
el de mi alma, de príncipe y de croto,
de poligriyo y multimillonario!

Mi alma… a los traspiés, como un tamango
de Chaplín, siempre enferma y nunca en cama,
y sus curdas de amor, de pena y tango;
el folletín en traducción al drama…

Es mascarada y es caricatura
envolver en harapos un tesoro…
¡qué genial humor negro una figura
de poligriyo y corazón de oro!…

Alquilo soledad. Busco un bulín
que no puedo encontrar. Que nadie ofrece.
Sí… ya sé que mis bártulos parecen
el cambalache de Discepolín.

Busco una soledad para alquilar.
Cortada a mi medida, a mi estatura;
que tenga pa unas pulgas un lugar,
¡es tan fácil caer en mishiadura!

Forma de caracol y corazón.
Y del alto y el ancho de mi pecho.
De árbol el piso. De cristal su techo
espía de la estrella y el gorrión.

Con paredes sin posters ni retratos.
Con sábana de luna por alfombra
y haciéndole ¡chitón! a mis zapatos
pa que se acueste a apoliyar mi sombra.

¿A qué bulín llevar tanta ternura
que me sale a la piel por cada poro,
que alza un pájaro muerto en la basura
como quien alza una pepita de oro?

¿A dónde ir con esta fe que pierde
por mis caniyas que pateó la suerte?
¿y con mi alma, semáforo en luz verde
pues la esperanza es fiel hasta la muerte?

¿Dónde poner mi colección de estaños
y noches? ¿mis vagancias y trabajos?
¿Mis viajes: de la vía… pa los caños?
¿Mis pilchas: jubiladas y de andrajos?

Mis «Baladas», en tiempo de cantina,
en cristalino si bemol de adiós…
mi arpa de alquitrán y nicotina,
sus cuerdas de humo y mi «Canción de tos»

La soledad que busco en alquiler
es un bulín difícil de encontrar.
Con paredes sin tiempo y sin lugar.
Con ventana hacia el hoy y hacia el ayer.

Y porque al bardo recorrí el «Clarín»
colgué un aviso en la pared del viento:
«Alquilo soledad. Busco bulín
amueblao por la magia y la aventura.
Con cielorraso abierto al firmamento.
Con balcón frente a Dios y a mi locura».

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