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Eduardo Gutiérrez (1851-1899), escritor considerado como uno de los iniciadores de la novela nacional, demostró su capacidad literaria a través de artículos aparecidos en distintos periódicos. Buena parte de su obra literaria la dedicó a una temática reiterativa: el paisano honrado que, debido a las injusticias policiales, se convierte en matrero. Su folletín «Juan Moreira» -basado en un personaje real- es sin duda el más popular.

Juan Cuello, Pastor Luna, los hermanos Barrientos, Hormiga Negra y otros de similar contextura, lo ubican como un sagaz descubridor de tipos humanos que hubieran permanecido sepultados en el anonimato si su ojo penetrante y su frondosa imaginación no se hubieran ocupado de ellos.

Algunos creyeron que Hormiga Negra fue tan sólo una invención de Gutiérrez, otros afirmaron que si bien existió, no alcanzó a realizar una mínima parte de las «hazañas» que le endilgó en su folletín.

Lo cierto es que en el Libro X (Folio 26) del Registro de Bautismos de la Iglesia de San Nicolás de los Arroyos figura el bautismo de Guillermo Hoyos, hijo de Rosa Leijas y Leonardo, ocurrido en 1837. El niño estaba en Alto Verde y según cuenta la tradición, su padre, el bravo don Leonardo, era muy querido por la gente del lugar y se lo respetaba por su guapeza. Se lo llamaba Hormiga Negra por su pelo renegrido y además porque «cuando sacaba el facón», lo hacía «picar pior que hormiga». El rancho que había levantado era conocido con «el hormiguero», tal como lo dice Eduardo Gutiérrez en su relato aunque también se lo llamaba «el rancho de los Hoyos» y «El hoyo de las hormigas».

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Guillermo era de cabellos claros y su rostro estaba surcado por pecas, por eso se lo conocía como «El rubio Hormiga Negra», alias que acompañó su nombre en el voluminoso sumario que se encuentra actualmente en el Archivo Histórico de la provincia de Buenos Aires, encabezado con la siguiente inscripción: «Año 1865 – Expte. Nº 12 – Legado 26 – Sumario levantado contra G. Ollos -(Sic)- El rubio Hormiga Negra, por heridas a Pedro José Rodríguez, de la que este falleció».

Así comienza su vida errante, que duró casi diez años. Durante ese lapso hubo noticias de haber cometido otros crímenes que sirvieron para incrementar su fama de gaucho malo pendenciero y «mal entretenido».

En 1874 cayó en manos de la justicia, su ficha policial decía: «Estatura baja, color blanco, barba entera, frente no muy ancha un poco rugosa, rostro pecoso». Tenía 37 años. El proceso no alcanzó a comprobar todos los crímenes que le achacaban, pero las pruebas sobre el primero, el de Rodríguez, hicieron que lo condenaran a prisión.

Engrillado fue remitido a Buenos Aires, donde debió cumplir seis años de encierro en la Penitenciaría Nacional. La cárcel, además de purgar sus culpas, le sirvió para entrar en la fama, ya que durante su encierro tuvo una entrevista con Gutiérrez, que vio en él un motivo de inspiración para concretar un relato con abundantes encuentros con la policía, raptos de agraciadas mozas y crímenes por doquier.

Cumplida la condena regresó a su rancho en Alto Verde para reunirse con su mujer y sus hijos. Se convirtió en hombre trabajador, olvidando su pasado tormentoso.

Hormiga Negra suscitó hechos y leyendas. Un hecho que pudo ser real o imaginario, que se refería a un episodio pintoresco, fue narrado en forma distinta por diferentes autores.

En cierta oportunidad, el circo de los Podestá llegó a San Nicolás de los Arroyos. En homenaje a Hormiga Negra se pensó representar la pieza que llevaba su nombre. Pero antes del domingo, se presentó en el circo manifestando: «Andan diciendo que uno de ustedes va a salir el domingo delante de toda la gente y va a decir que soy yo. Les prevengo que no van a engañar a nadie, porque aquí todos me conocen». Le explicaron de que se trataba de un respetuoso homenaje a su persona, pero todo fue inútil y terminó diciendo: «que nadie le iba a faltar el respeto y que él, viejo y todo, lo iba atropellar».

La otra versión, no menos pintoresca, relata que la obra se representó y que en escena el protagonista mataba alevosamente a un paisano. Una voz indignada se alzó en la gradería: -¡Mienten!, no fue así-. Era el propio Hormiga Negra en carne y hueso, defendiendo su buen nombre. «¡Mienten les digo! Yo les voy a decir cómo fue endeveras». Se interrumpió el espectáculo en medio de una gran confusión.

A los dos días dispusieron reponer el drama «a pedido del público». Hormiga Negra recibió previamente un mensaje en su rancho de parte del dueño del circo, acompañado de un billete de diez pesos: -dice el empresario que acá le manda esto y que no pase más por el circo, porque si llega a ir lo mandará a la comisaría-. Cuentan que tomó los diez pesos y asintió con la cabeza.

Su fama de gaucho malo lo acompañó hasta la ancianidad, cuando a causa del asesinato de una mujer, fue acusado injustamente de su autoría. Sufrió cuatro años de cárcel que no mereció.

Quienes lo llegaron a conocer en sus últimos tiempos, recuerdan haberlo visto caminando trabajosamente apoyado en un bastón. Había comenzado a quedarse ciego. La muerte lo sorprendió el 1 de enero de 1918.

Sus descendientes han llevado el mote que originariamente le impusieron al bravo don Leonardo: Hormiga Negra.

 

Abel Sandro Manca

Fuente: Diario Río Negro

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