Lagomarsino, angustiado, apuntado por micrófonos. Foto: LA NACION / Daniel Jayo

Lagomarsino, angustiado, apuntado por micrófonos. Foto: LA NACION / Daniel Jayo

«No estoy bien», dijo este hombre de cuerpo menudo, ojeroso y con labios apretados; así fue la presentación del ayudante del fallecido fiscal Alberto Nisman
Por Maia Jastreblansky | LA NACION- Este mediodía, Diego Lagomarsino se recluyó con su abogado en una de las oficinas del estudio jurídico, para afinar los detalles de la que sería su primera declaración pública tras la muerte del fiscal Alberto Nisman . Se trataba, también, de la primera vez en su vida que hablaba a los medios de comunicación.

«Estábamos resguardándolo de la prensa. Preparándolo para poder hablar», explicó el letrado Maximiliano Rusconi al sortear los cables y la muchedumbre que atiborraba su estudio.

Del otro lado del pasillo, la escena estaba desbordada. Decenas de cámarógrafos, fotógrafos y periodistas se empujaban para acomodarse en la pequeño habitación de no más de 15 metros cuadrados, donde se dispuso la conferencia. La prensa atiborraba el lugar ocupando incluso el pequeño balcón que daba a la avenida Córdoba al 800. El espacio quedó muy chico para la exposición, un acontecimiento clave en medio de la incertidumbre que crece en torno al caso Nisman.

Apenas pasadas las 15, Lagomarsino, menudo de cuerpo, ojeroso y con labios apretados, vestido con una camisa celeste a rayas y un pantalón beige, se sentó en el escritorio donde lo esperaba un interminable abanico de micrófonos y grabadores. Estaba aturdido.

Minutos antes, su abogado había advertido un cambio de planes fundamental: su defendido, el hombre que le prestó el arma mortal al fiscal de la causa AMIA, no respondería preguntas de la prensa. Rusconi argumentó que, a pedido de la fiscal, Lagomarsino sólo haría una crónica pormenorizada de lo que ocurrió el sábado previo a la muerte del fiscal. Sin lugar a repreguntas.

RELATO MINUTO A MINUTO

 Lagomarsino, escuchaba a su abogado con los ojos cerrados. Foto: LA NACION / Daniel Jayo

Lagomarsino, escuchaba a su abogado con los ojos cerrados. Foto: LA NACION / Daniel Jayo

Todo el barullo que inundaba la sala quedó en suspenso cuando Lagomarsino se dispuso a hablar. «No estoy bien», dijo. Rompió así el silencio, tras ser apuntado por la presidenta Cristina Kirchner como principal sospechoso por la muerte de Nisman y luego de ser señalado como miembro inorgánico de los servicios de inteligencia.

Apesadumbrado, lo primero que manifestó fue su dolor por la muerte de su «jefe». Y dijo que le hubiera gustado hablar con la jueza Sandra Arroyo Salgado, a quien conoce de manera personal.

Enseguida, se dispuso a detallar, de manera minuciosa, cómo fueron sus movimientos durante el día que asistió dos veces al departamento de Nisman en el edificio Le Parc, horas antes de que el fiscal fuera hallado muerto con un tiro en la sien.

En el momento del relato, el especialista en informática no titubeó. Durante cinco minutos detalló con una voz suave su versión cronológica de los hechos. Mencionó horas, abundó en detalles, reveló sus pensamientos y manifestó las sensaciones que tuvo cuando Nisman, presuntamente, le pidió prestada su Bersa calibre 22.

«Cuando me pidió el arma, me dejó mal parado. Lamentablemente, le dije que sí», señaló con un gesto de arrepentimiento.

Reprodujo entonces el diálogo con su superior: ««¿Tenés un arma? Tengo miedo por las chicas», me dijo Nisman. «Pero Alberto vos tenés seguridad», le contesté. «Pero ya no confío ni siquiera en la custodia. ¿Vos sabés lo que es que tus hijas no quieran estar con vos por miedo a que les pase algo?’, me respondió.».

Lagomarsino sólo interrumpió su relato para tomar agua y para respirar profundo. Explicó como volvió desde Puerto Madero a su casa en Martínez y lo mal que lo vio su esposa cuando lo encontró tras el encargo de Nisman. «Esperé a que mi mujer y mis hijas se fueran de la casa y agarré las partes del arma, que no tenía a mano. También la cédula roja de portación», continuó.

Al relatar su segunda visita al departamento de Nisman, Lagomarsino aseguró que subió en el ascensor con un custodio, que se llevó un sobre de madera. «Yo estaba muy nervioso con la situación. Le pedí a Nisman un café. Me dio una cápsula y me dijo que me lo prepare», detalló.

Lagomarsino contó que abandonó el edificio del Le Parc junto a otras cinco personas, que bajaron por el asensor principal. Junto con su paso por el peaje de la autopista, serían su coartada para demostrar la hora de su salida del departamento de Nisman.

Al terminar su relato, el clímax se interrumpió y llegó el turno de los periodistas de hacerle preguntas al abogado defensor. En ese ida y vuelta, Lagomarsino se quedó callado con la mirada perdida o cerrando los ojos por largos segundos.

Según aseguró Rusconi a LA NACION, su defendido está «más apenado por la muerte de Nisman que por su situación judicial».

Lagomarsino salió rodeado de la habitación para recluirse nuevamente en una segunda oficina. Abajo, lo esperaban siete custodios de la Policía Federal para trasladarlo. Es parte de un nuevo ritual en su vida, que, pase lo que pase en la Justicia, nunca será igual desde la muerte de su «jefe», Alberto Nisman.

Por Maia Jastreblansky | LA NACION

La Nación

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3 COMENTARIOS

  1. Salta a la vista, y lo digo porque vi completa la entrevista, este tipo tiene miedo y estudia muy bien sus palabras para responder, pero algo hay que rescatar, el tipo desde el primer momento se mantuvo a derecho y no pone trababas, como las que hace Boudou….

    Ademas si gana 40 mil por mes y gasta 70 mil x mes, muchachos, es por de mas de obvio que es AGENTE DE LA SIDE, SE CAE DE MADURO…no hay que se muy inteligente, a me olvidaba uds. tienen el CD DEL RELATO «»»K»»»….

  2. Un empleado de Nisman,hermano de un gerente de clarin, que tiene el mismo abogado que menem, que cobra cuarenta lucas por hacer los mandados, le dá una pistola con la que se mata y la sospechosa es CFK, claro….

  3. Gana 40 mil, gasta por 70 mil mensuales según se supo hoy y cuando les preguntaron por su función en la fiscalía dieron mil rodeos. Todo muy raro.

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