inseguridad 

Por Inambú Carrasquero – Si alguien logra recordar, después de tanta agua corrida bajo el puente, el asalto al Banco de la Nación de la ciudad de Ramallo, el 17 de setiembre de 1999, con la toma de rehenes y su demencial desenlace, coincidirá conmigo en que el horror y la conmoción que aquello causó en toda la población, es la prueba irrefutable de que esta sociedad no podía, en aquel momento, ni siquiera imaginar, que en los años posteriores, aquel episodio sería totalmente olvidado y superado por la violencia y la inseguridad que se instalarían en el país,  a pesar de que, en el gobierno nacional, provincial y en las administraciones municipales, no parece representar un problema que reclame urgentísima solución.

 

En efecto, los crímenes, asesinatos en ocasión de robo, secuestros, violaciones, asaltos en las rutas, salideras bancarias, arrebatos, etc., se suceden en los noticieros y tapas de diarios donde sólo se refleja una mínima parte de esta desesperante realidad. La violencia y la muerte se han vuelto tan cotidianas y cercanas, que escuchar a la Presidente en su tilinga apreciación de la realidad, expresando irónicamente que todo se debe a la mala onda y la exageración de la prensa, especialmente por supuesto, del diabólico monopolio,  nos hace caer en la triste cuenta de que, sin reconocer el problema, mal se dispondrán a buscarle remedio.

 

La marginación, el negocio de la droga que ha logrado enquistase en todos los ámbitos, el accionar de mafias, cuyas ramificaciones se han adentrado en las instituciones mas respetables, los intereses políticos y económicos corruptos, que no reparan en límites con  tal de acrecentar su poder, han socavado tan fuertemente los cimientos de las instituciones encargadas de velar por el cumplimiento de las leyes y por la seguridad de los ciudadanos, que hoy asistimos a toda clase de delitos, inermes, angustiados, en la más desoladora indefensión.

 

En estos días, asistimos indignados al ejemplo más claro de que la impunidad, madre de tanto ilícito, se ha hecho carne entre nosotros, al punto de que también la exhibimos gustosos a los cuatro vientos y qué mejor ocasión que el Campeonato Mundial de Futbol, que se llevará a cabo a partir de los próximos días, para que, a modo de honorables embajadores, arribaran al continente africano, con su inigualable don de gentes, los integrantes de Hinchadas Unidas Argentinas, en representación de las emblemáticas barras del fútbol celeste y blanco,  custodios entusiastas de una pelota que no se mancha; pero claro, se sabe que las injusticias abundan y, pese al vínculo que tienen con el poder político, diez de ellos, uno, pobre, con pedido de captura internacional y luego, dos joyitas más, fueron prontamente deportados. A muchos de los que pudieron quedarse no se les permitirá acercarse a los estadios donde se desarrollen los partidos, ¡qué lástima! Porque con estos selectos grupos, teníamos la oportunidad de lucirnos con lo más granado del sano ambiente futbolístico argentino; ¡qué exagerados son con la aplicación de las leyes en Sudáfrica!. La prepotencia con que estos grupos pisaron suelo africano, es propio de quienes se saben impunes, pues hoy, todos sabemos que son avalados política y económicamente por la AFA y lo que es peor, por el mismísimo gobierno que les soba el lomo y los premia a costillas de todos nosotros, porque son el ejército que están preparando a los fines de consolidad el poder, que a falta de apoyo popular, edifican con esta gente, con vistas al 2011.

 

Pensemos un momento, si hoy cada argentino siente que su vida no tiene valor, si a las muertes de hoy, las relegan al olvido, las muertes de mañana, si cada espeluznante episodio de inseguridad se convierte en uno más de una terrible lista que se engrosa día a día, ¿Cómo hacemos para atrevernos a pensar en lo que todavía nos falta por ver y por sufrir?.

 

Nuestra sociedad debe ser aligerada del enorme peso muerto de la inseguridad, en esta inercia en la que nos encontramos, se consume aceleradamente nuestra capacidad de asombro y de reacción, por lo tanto resulta ingenuo y hasta de mala fe, esperar que un buen día, porque sí, nos encontremos con que se ha revertido semejante estado de cosas. Tendríamos que obligarnos a realizar cada día, individualmente, un mínimo esfuerzo por lo menos, dirigido a lograr colectivamente una fuerte y decidida actitud de rechazo a este desesperante presente, en función de un futuro razonablemente seguro.

 

En una sociedad carente de valores sagrados, el objetivo numero uno debe ser el retorno a aquellos comportamientos, colectivos e individuales, donde las reglas básicas de convivencia recobren su sentido y se conviertan en el marco efectivo, donde se desarrolle la vida del país.

 

¿Dónde está la profunda diferencia entre un país con una razonable seguridad y el nuestro?. La crisis que presenta un país inmerso en la inseguridad, resulta de la disociación entre las normas o leyes que deben regir a todos los ciudadanos y el efectivo cumplimiento o acatamiento de las mismas; la relación entre los individuos se da en un terreno totalmente alejado del sistema formal que sostienen las leyes y, al contrario, se desarrolla en un ámbito donde las garantías y las sanciones no existen, donde la transgresión, por más grave que sea, carece de consecuencias, donde el mensaje cotidiano nos dice que todo límite puede ser avasallado, sólo es cuestión de animarse, y, lo peor, que intentar regirse por el orden establecido por las leyes, es más peligroso que no hacerlo. Basta comprobar la indefensión en la que nos encontramos todos los que intentamos permanecer dentro de la ley; sin mucho esfuerzo advertimos que las garantías y las ventajas les son proporcionadas a los delincuentes, de manera que, peligrosa y fatalmente, se ha ido estableciendo la cultura del caos, de la ley de la selva, donde el orden que debiera sustentar el estado organizado, resulta totalmente intrascendente.

 

Lo que nos ofrecen los gobernantes, no es precisamente el mejor ejemplo; ningún país aterriza en este lamentable estado de inseguridad de la noche a la mañana. Hemos recorrido un largo e irresponsable camino, donde el respeto a las leyes ha sido obviado escandalosamente por las más altas autoridades primero que nadie, a las que hemos visto acomodar, reformar, pasar por alto, torcer, las normas en función de sus intereses, divorciados hasta de la misma constitución; envalentonados por la debilidad o la connivencia del poder legislativo y del poder judicial, continuaron alegremente pasando por alto todas las formas, todos los límites, hasta vaciar de contenido el orden jurídico de la Nación.

 

Hace años, los argentinos mirábamos con asombro los niveles de inseguridad de otros países y nos ufanábamos de sentirnos dueños de caminar tranquilos por la calle; hoy la cultura de la inseguridad ha transformado a tal punto nuestros hábitos más comunes, que hemos reducido a un mínimo impensado, la libertad de movimiento y hemos condicionado inevitablemente, nuestra vida de relación; y no tenemos la excusa de haber sufrido siete años de dictadura, estoy hablando de un proceso que comenzó a desarrollarse en plena democracia.

 

Una sociedad segura, debiera ser el objetivo prioritario de los gobernantes y si lo que deseamos es un país en el que se pueda vivir con las garantías dignas de un estado civilizado, tal vez necesitemos exigir a quienes nos conducen, cambios inmediatos. Si el gobierno, la ciudadanía, las instituciones y los medios de comunicación no confluyen en la certeza de que la situación por la que atravesamos no admite más esperas, evidentemente, no tenemos la más mínima posibilidad de salir adelante.

 

Entre las taras que arrastramos colectivamente, brilla la liviandad con la que hablamos de Derechos Humanos; pareciera que solo fueron vulnerados por la dictadura que sufrimos y hoy somos incapaces de percatarnos de que el derecho a la seguridad de nuestra vida y de nuestros bienes, a transitar y a vivir libremente, el derecho a la justicia, han ido desapareciendo de nuestras legítimas aspiraciones.

 

Todos los días vemos como se nos está cayendo la estantería y no movemos un solo dedo; no tendremos perdón de Dios.

 

Inambú Carrasquero

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11 COMENTARIOS

  1. Lo dijo Anival Fernandes,no hay inseguridad es mentira no tiene verguenza no,a y el humo si volvio, sino mira para el lado de producto o lo que sale de las chimeneas no es humo

  2. Querido Pablo: en un pais donde no tenes educacion,salud,seguridad,leyes no podes tener nada,en este pais lo malo es que enseguida nos acostumbramos a lo PEOR y nos parece algo normal. O no te habras preguntado en estos dias como todabia no volvio el HUMO..Aca nadie respeta nada,poreso despues es peor el remedio que la enfermedad…teniamos de director de transito a SCARFONI!!! Y si llegabas a pasar por la puerta de la muni te daban 1 silvato y eras un nuevo inspector de transito..pero hay un dicho que dice:tenemos el pais que nos merecemos…por que cuando vamos a las votaciones estamos eligiendo siempre al menos malo

  3. Cultura, Pablo ; respeto por la vida, por el OTRO; reconocimiento de la ley como autoridad…cultura, educación, trabajo…. esa es la diferencia

  4. Por motivos laborales tuve la oportunidad de viajar al exterior y conocer la realidad que viven otros paises de sudamérica, en San Pablo por ejemplo existen edificios con rejas electrificadas y es muy normal que los empresarios viajen en helicópteros, los efificios de oficinas tienen en su terraza helipuertos para asegurarse que no se produzcan secuestros, los que se aníman a utilizar el auto lo hacen con autos blindados y esto no tiene nada de parecido a lo que vivimos en la argentina actual , tuve la oportunidad de conocer Colombia, en Cali recuerdo que estando alojado en un hotel (5) estrellas de la cadena Intercontinental nos aconsejaban no caminar por la vereda del mismo por temor a que seamos raptados por bandas de narcos, concozco la realidad de Lima en Perú donde existe una desgualdad en la distribución de la riqueza casi peor que la de Brasil y existen sacando los barrios de «Miraflores» y «San Isidro» una brutal probreza que obviamente genera casos de delincuencia diaria, en Santiago de Chile existen barrios como las Condes o providencia donde caminas a lo noche como en Chicago pero los alrrededores de santiago son peligrosos existe una tasa de delito mas alta que en Argentina, no voy a negar la inseguridad en Argentina no existe pero no mas alta que en otros países latinoamericanos, ademas el problema de la inseguridad esta relacionado con la desigualdad de manera directa, nadie se pregunta porque en Suiza no existe la inseguridad y en Distrito Federal ( México) no se puede salir a la calle ?

  5. yoindia,me saco el sombrero,en 10 reglones explicastes los 200 años de nuestra patria.BRAVO!!

  6. LOS QUE NO TENDRA PERDON DE DIOS son : los genocidas civiles y militares de los 70; los que apoyaron y lo siguen haciendo a los economistas serviles al neoliberalismo; los que callaron y disfrutaron con la piza y el champagne; los que culpan siempre el gobierno de turno y nunca han hecho nada por este país; los que defienden al estatus quo; los que dicen que no debe haber pobres y estan viviendo en un sistema capitalista(giles); los que hablan de preocupación por la falta de trabajo y JAMAS le darian trabajo a una persona que vive en una villa; los que hablan de corrupción estando primeros en la lista de los corruptos; los que se dicen ser independientes y son esclavos de sus ambiciones; los que hablan de miedo, inseguridad, pobreza, desocupución,autoritarismo,aislamiento,etc como si fuese algo ajeno a la socidad humana; LOS QUE HABLAN EN NOMBRE DEL PUEBLO Y SIEMPRE SE HAN CAGADO EN ÉL.

  7. Esto pasa y va a pasar siempre. Hace 20, 30, 40 años no estabamos mejor en materia de seguridad, solo que no era reflejada en los medios ya que no lo tenian como prioridad, ahora que han sido tocado sus intereses economicos como diria Joaquin Moralez Solá, estamos viviendo en el infierno y no es asi, la inseguridad es solo parte de las grandes ciudades y sus zonas marginales, o en Baradero no se puede salir a la calle?? Como combatirla, pena de muerte? Bajar edad de imputabilidad a los 8 años? Superpoblar carceles? Noo, esto se combate atacando las raíces, con planes de inclusion social que tendrian algun resultado de acá a 20 o 30 años, y nunca nadie los hizo… Otra cosa, no estamos peor que otros paises! Tenemos la soberana tendencia a desvalorizar lo propio y sobredimensionar lo ajeno…

  8. si el oveja negra no hubiera copiado la excelente nota de Foster, la nota de Inambú Carrasquero seria un espacio desperdiciado mas con el aburrido tema de la inseguridad. Parece que no alcanza con Mirta, Susana, Tinelli o Macri y todo TN que tambien por aca tenemos que escuchar de esto
    Si se comparar el estado de inseguridad que existia en la epoca de la masacre de ramallo con el de ahora no hace mas que mostrar la tendencia idologica del notero.
    Es el año del bicentenario de la Revolucion de Mayo, no hay que confundir

  9. Estimado Dr. Oveja Negra.
    Admiro su prosa intelectualizada, lamento no poder responder con los términos eruditos con los cuales Ud. nos reseña, como la pobreza marginal, sin posibilidades económicas generan la violencia a la cual debemos según entiendo en Vtro. extenso relato aceptarla, como condición de vivir en un tercer mundo.
    Sorprendido y sin poder entender como Ud. desde una posición filosófica políticamente definida, utilizando y avalando desde la letra de terceros, puede intentar modificar el pensamiento y el sentimiento general de un pueblo, de una ciudadanía, independientemente de su clase social y si se mueve a la derecha o a la izquierda.
    Creo que su craso error parte del desconocimiento total de quienes son los que más sufren de la violencia instaurada y el porqué de la misma.
    Dudo que Ud. conozca la miseria de una villa de emergencia, como en alguna de ellas trabajadores muy humildes con códigos internos de la villa, conviven con normas de seguridad, impensables en favelas o villas de latinoamericanas, mientras que en otra donde se ha instalado mafias de narco, mantienen hacia adentro y afuera de la misma, ondas de terror que con un efecto multiplicador, se instala en la sociedad desde el consumo de estupefacientes.
    Según puedo entender en Vtro. extenso relato, seria la clase media o clases sociales altas la que exagerarían la violencia, que nuestro amado País sufre, por exageración de la misma. Sumemos a esto que según Ud. la derecha política se ha apropiado del reclamo para exponenciar los hechos.
    Lamento disentir con Ud., no hay derecha ni izquierda, solamente posiciones radicalizadas como la suya, son las que cierran los ojos o exageran las realidades.
    Realidades como la que vive y soporta Ntra. Argentina, son generadas por policausalidades siendo la más graves , Educación, Justicia, falta de esperanza, falta de políticas sociales , la drogadicción y sobre todo la falta de líderes, que marquen el camino del esfuerzo y el trabajo para el progreso nacional, personal y colectivo . Nuestra Juventud no conoce que atreves del esfuerzo y el trabajo puede construir su futuro, solo conoce del fracaso de sus mayores, del curro, de la mentira y del éxito rápido de la deshonestidad.
    No existe peor violencia que la que puede emanar de los estados, cuando ellos ignoran, la pobreza, la miseria, la mortalidad infantil, la educación.

    Juancho – Erudito en política social de la calle.

  10. El filósofo Ricardo Forster analiza la continua presencia del miedo en el pensamiento político moderno para explicar cómo en torno de la “inseguridad” se movilizan ahora los recursos materiales y simbólicos de una derecha que busca motorizar los “reflejos” regresivos de la sociedad. Y advierte sobre el papel de los medios.

    «…La derecha política ha sabido aprovechar esas señales que vienen de la calle, ha buscado apropiarse del malestar de la clase media multiplicando los reclamos de represión. La idea que domina ese discurso es la de la vigilancia y la limitación de las libertades ampliando las funciones policiales, convirtiendo a la policía en mucho más que una fuerza de prevención o en un instrumento de control bien regulado por el Estado; la ilusión de la derecha es acotar los movimientos de los ciudadanos, forjar fronteras que impidan a los pobres ocupar esos espacios que les han sido vedados…»

    1 La agenda de los medios de comunicación es recurrente y cíclica; ciertos temas regresan a escena cuando es necesario atizar en amplios sectores de la población la insoportable sensación de una inseguridad creciente que se asocia, en el imaginario colectivo incentivado por los lenguajes mediáticos, con el miedo. Esa antigua pasión que acompaña a los hombres desde la lejanía de los tiempos ha sido eje de un debate fundacional de la política moderna allí donde ha trazado las diferencias centrales entre un proyecto fundado en la utilización astuta del miedo a la inseguridad como fuente de legitimidad del poder público asentado en el uso discrecional/jurídico de la coerción y de la violencia y aquel otro que destacó que esa pasión negativa lo que impulsaba era un aumento del sometimiento de los individuos y un claro cercenamiento de su libertad.

    El filósofo italiano Remo Bodei despliega en su excelente Geometría de las pasiones una decisiva contraposición entre las dos líneas maestras del pensamiento inaugural de lo político moderno, mostrando los caminos bifurcados que se abrieron a partir de las interpretaciones enfrentadas que en torno del “miedo” como pasión se expresaron en Baruch Spinoza y Thomas Hobbes a mediados del siglo XVII. El miedo, según lo aborda el judío holandés, como pasión negativa, como anclaje en un orden de la sumisión que impide a los seres humanos elegir su camino y que los conduce a la ciega aceptación de la tiranía y la dominación que se afinca, precisamente, en esa pasión que maniata el espíritu libertario y que sigue prisionera de una forma de trascendentalismo.

    Y el miedo como una pasión positiva y racional que hace posible, en la perspectiva de Hobbes, la renuncia a un estado de peligrosidad y conflicto permanente que será reemplazado por un orden sustentado en la coerción y la renuncia al uso indiscriminado de la violencia; sin miedo a la anarquía social, sin miedo al más fuerte y a la muerte, sin miedo al conflicto y la violencia no sería imaginable el pasaje del estado de naturaleza al contrato fundacional.

    Spinoza como abanderado de una tradición democrática afirmada en los principios de autonomía y libertad y que desnuda el fondo oscuro y represivo que se guarda en la producción intensiva del miedo social; Hobbes, pensador del poder y del Estado, genio fundador de un giro central en la filosofía política, destacará, con fuerza indeleble, la importancia decisiva del miedo como regulador de las prácticas políticas y sociales, como verdadero límite del orden, sea monárquico o republicano. Hacer una pesquisa en torno de la continua presencia del miedo en el pensamiento político moderno es indispensable para intentar comprender lo que sucede en nuestra actualidad, el modo cómo en torno de la “inseguridad” se movilizan los recursos materiales y simbólicos de una derecha que busca motorizar los “reflejos” regresivos instalados en nuestra sociedad.

    2 En las urbes contemporáneas, en especial en las tercermundistas, la pobreza, la exclusión, el desempleo y la fragmentación social son el caldo de cultivo para la proliferación de diversas formas de violencia urbana. Una profunda anomia sacude a esos territorios marginados, amplificando las causas y la multiplicación de las distintas formas delictivas, perturbando la “tranquilidad” de los sectores acomodados que sólo atinan a identificar su “miedo” a una inseguridad amorfa, oscura, producto de mundos autogenerados y habitados por individuos socialmente desechables, incorregibles y cuya peligrosidad sólo puede ser combatida con mano dura y leyes a la altura de la “emergencia nacional”. Desde siempre, las clases acomodadas han transferido sus responsabilidades proyectando la idea de un “mal endémico” en la existencia “natural” de la pobreza, convirtiendo al pobre en un delincuente en potencia y borrando las huellas que comprometen a un sistema de exclusión e injusticia del que son sus usufructuarios.

    La sobreexposición mediática de fenómenos de violencia e inseguridad apunta a debilitar las acciones que tiendan a buscar caminos alternativos a los de la mera represión pero, fundamentalmente, buscan solidificar el miedo en las capas medias, amplificando su deseo de mayor control y punición, al mismo tiempo que van profundizando las marcas del prejuicio y el racismo allí donde casi siempre la violencia y la inseguridad son consecuencia, según ese relato hegemónico, del vandalismo de los sumergidos, de los habitantes de esas “ciudades del terror” que se multiplican alrededor de los barrios “decentes”.

    No casualmente se entrelaza un discurso obsesivo, machacador, que viene de los medios masivos, con el aumento del miedo en las clases medias, hasta confluir con el reclamo de mayor represión y menos garantismo jurídico que suele estar siempre representado, en el imaginario colectivo, por políticas de derecha que se instituyen en portadoras de “lo que quiere la gente” frente a gobiernos pasivos, en el mejor de los casos, o cómplices de la delincuencia.

    Esa sobreexposición mediática constituye uno de los modos de multiplicar la sujeción social y de contrarrestar cualquier proyecto de transformación de un sistema de injusticias que es la base de la anomia y la violencia, apuntando a consolidar una sociedad fragmentada, atravesada por el prejuicio, angustiada por el miedo y disponible para políticas de coerción que cuajan perfectamente con el odio de clase y la lógica racista tan al alcance de la mano cuando lo que domina socialmente es el miedo.

    Y, siempre vale la pena aclararlo, la que suele ganar con estos discursos atemorizantes es la derecha, que ha sabido apropiarse de los recursos simbólicos desplegados por la máquina comunicacional, una máquina que se ha convertido en la usina productora de esos mismos discursos que multiplican los efectos del miedo y del prejuicio.

    3 A la derecha ya no hay que ir a buscarla sólo a las zonas dominadas por la moralina, ella ya no mora en las habitaciones oscuras de esas casas semiderruidas que apenas si son testigos de otra época en la que la voz del Gran Inquisidor imperaba recordando los horribles fuegos del infierno. A la derecha que ejerce el poder económico y político, no a los restos retóricos de personajes antediluvianos, no le interesa la cuestión moral ni la defensa de venerables tradiciones; lo que le importa es captar los reflejos espontáneos de la gente, apropiarse de sus secretos más íntimos y sus prejuicios no siempre expresados pero intactos en sus deseos. Y será tarea de los medios de comunicación explotar esa cantera de símbolos, miedos y deseos, movilizándolos a favor de nuevos lenguajes que van penetrando intersticialmente la cotidianidad social hasta redefinir las condiciones del entramado cultural político que está en la base de la actual gramática de la dominación.

    A mayor embrutecimiento, más arraigada esa “nueva derecha” que hoy habita las calles de nuestras ciudades y las zonas perversas “liberadas” por los dueños de la información y su circulación. Esa derecha se ve reflejada en el discurso periodístico que domina las rotativas y los canales de televisión, de un periodismo que no ha dejado de ser cómplice de los dueños del poder, tanto en épocas dictatoriales como democráticas. Sus espasmos histéricos y amarillistas para abordar la realidad, sus groseras simplificaciones, sus exacerbaciones al servicio de esa otra derecha efectivamente activa en los nudos del poder económico y político, de esa derecha que ha financiado desde siempre el lenguaje falaz, mezquino y empobrecedor de esos mismos medios que suelen desgarrarse las vestiduras ante cualquier censura a la “libertad de expresión”, ante cualquier fijación de límites a una impudicia arrolladora que invade la vida de los argentinos.

    Afirmar que un significativo sector de la sociedad actúa de acuerdo a lo que se puede llamar una visión de derecha, que en sus prácticas se manifiestan actitudes autoritarias, que el sesgo de sus valores es el producto del individualismo más feroz y la lógica del mercado, constata una realidad favorecida desde los medios de comunicación y replicada sin agregarle ni una coma por el universo de los lenguajes políticos, especialmente de aquellos que tienden a elaborar sus intervenciones públicas asociándose a lo que “siente el ciudadano común y corriente”.

    La derecha política ha sabido aprovechar esas señales que vienen de la calle, ha buscado apropiarse del malestar de la clase media multiplicando los reclamos de represión. La idea que domina ese discurso es la de la vigilancia y la limitación de las libertades ampliando las funciones policiales, convirtiendo a la policía en mucho más que una fuerza de prevención o en un instrumento de control bien regulado por el Estado; la ilusión de la derecha es acotar los movimientos de los ciudadanos, forjar fronteras que impidan a los pobres ocupar esos espacios que les han sido vedados.

    Esa derecha se ha puesto en movimiento frente a un gobierno al que identifica como heredero del populismo de izquierda, verdadera bestia negra que hoy representa a sus ojos lo más próximo a la pérdida de sus privilegios asociado con un proceso que llevaría a la Argentina hacia la revolución social. Kirchner ha sido (y ahora lo es Cristina), a los ojos de esa derecha, el Kerenski argentino, aquel que deja abiertas las puertas para que la negrada subalterna se derrame sobre una sociedad atemorizada.

    Esa derecha sabe que no existe ningún puente entre las intenciones kirchneristas y los sueños trasnochados de la izquierda revolucionaria; pero lo que le interesa es debilitar un proyecto que aspira, en el mejor de los casos, a devolver cierta equidad a la sociedad y a recuperar algo de lo que otrora representó un Estado de bienestar. La derecha ideológica sabe muy bien que nada a favor de la corriente de esa otra derecha capilar que actúa de acuerdo a los miedos y a los prejuicios, que ha plegado cualquier bandera asociada a la solidaridad para atrincherarse en la defensa histérica de sus propios bienes.

    El miedo es, hoy, un aliado inmejorable para profundizar el giro hacia la derecha, para apuntalar una sociedad de la vigilancia y el castigo que privilegie la seguridad a la justicia, la intervención policial al mejoramiento de las condiciones de vida. La derecha sabe qué exigir porque ha logrado captar el alma de gran parte de la sociedad, ha sabido trabajar en sus zonas más oscuras, mutando la vergüenza ante esos sentimientos por su reivindicación pública.

    Mirar el mundo desde el miedo es lo peor que le puede suceder a una sociedad, es el punto de partida de inéditas formas de violencia, la condición de posibilidad de su aceptación. La derecha, desde siempre, ha sabido trabajar con el miedo, entiende la escena que se configura a partir de ese sentimiento apasionado, terrible que, como sabía Spinoza, es absolutamente negativo, pero que constituye el humus de todos los discursos de la vigilancia, la punición y la infantilización de la sociedad. Tener miedo abona el terreno para la consolidación de sentimientos cuyo principal agente de vehiculización fue y es la derecha.

    Lo inédito, tal vez, es que junto al miedo se manifiesta el dominio abrumador de prácticas articuladas alrededor de la industria del espectáculo, del ocio y de la amplificación de mundos artificiales prometedores de paraísos para todos los que logren permanecer de este lado de la línea. La retórica de la derecha puede apelar a motivos que antes parecían provenir de otras alternativas: la realización personal, el disfrute de la vida, el cuidado del cuerpo, el goce sensual, la despreocupación por el mañana para afincarse en el puro presente.

    En el imaginario de las clases medias y de los sectores populares que han logrado sustraerse a la marginalidad, la pérdida de algunas de estas dimensiones de la vida cotidiana representa, a sus ojos alarmados, el horror de la pobreza, ese deslizamiento hacia la oscuridad de una indigencia cuyo fantasma aterroriza las noches de la gente decente. En esas zonas vulnerables, la derecha seguirá proliferando, encontrará, como hasta ahora, las correspondencias imprescindibles desde las cuales multiplicar el dominio de su propia visión del mundo.

    * Doctor en Filosofía. Profesor de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).

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