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Por Juan Sasturain- La palabra, el verbo contar, en castellano, tiene dos significados distintos, no contradictorios ni complementarios, pero es algo así. Porque contar es a la vez hacer cuentos y hacer cuentas: abstraer, objetivar (reducir las cosas, los hechos, a números: hay un saldo) y nombrar, verbalizar (transformar las cosas, los hechos, en palabras: hay un relato).

Cuando decimos que lo de Malvinas es incontable nos referimos, indistinta y simultáneamente, a las dos acepciones. A casi treinta años de la perversa guerra relámpago que nos iluminó en la noche de la dictadura –efectos de luz negra en una macabra discoteca helada en la que transpiramos de histeria, de miedo y de vergüenza– no hay cifras incorporadas: quiénes, cuántos saben, entre los lectores de este texto, el número de argentinos que murieron en Malvinas. Tampoco hay (aunque lo haya, claro) un relato normalizado que circule realmente, crónica aceptada por el común, más allá de las (buenas) novelas, las bienintencionadas películas.

Los más grandes, sacando excepciones, apenas si nos asomamos a esas fotos fijas, rápidas, demasiado rápidas en que nos vemos/recordamos crédulos o escépticos, emocionados o irónicos, siempre tragicómicos, patéticos y finalmente impresentables. Son como las imágenes que quedan de una fiesta en la que todos terminaron mal y nadie quiere acordarse ni reconocerse al otro día. Y los que vinieron después están peor: tienen que armar su versión con los retazos de algunas placas con muchos nombres enfilados, desfasados campamentos reivindicativos en Plaza de Mayo, un feriado ambiguo y culposo.

La sociedad ha encontrado un mecanismo de soslayo a la cuestión. En el paquete general de las culpas de la dictadura, Malvinas está cerca del moño que ellos –los milicos– se hicieron para atarse, encerrarse a sí mismos desde adentro, pareciera, sin que nadie –ninguno de nosotros– haya puesto el dedito para que el nudo quedara firme.

Así, el relato de Malvinas (la “aventura” de Malvinas, solemos decir ahora) es habitualmente referido, enmarcado, en su condición de disparador histórico paradójicamente “positivo”, ya que precipitó, en su estupidez –reducido a los delirios de un borracho engrupido por el elogio yanqui a su “porte estatuario”– el desprestigio de los milicos y apuró su salida: funciona, según ese sentido común simplificador y de algún modo criminalmente cómodo, a la inversa del Mundial ’78. Si éste sirvió para consolidar, darle aire a la dictadura, Malvinas habría acelerado el retorno a la democracia.

Una lectura que lee la historia como si fuera un parte meteorológico –cosas que nos pasan– y no se detiene en pensar qué hicimos como sociedad para que pasaran o no. Porque en Malvinas hubo quienes (muchos) pusieron el cuerpo en serio y ellos se merecen ser contados en todos los sentidos, tenidos en cuenta y en cuento. Ese momento no parece haber llegado del todo o todavía. Mientras tanto, pareciera que una de las formas del relato posible pasa por asumir la fragmentación, la paradoja, el desconcierto del sentido entrecortado, diseminado en verdades, afirmaciones parciales, reflejos y retazos de verdad y de sentido.

Se me ocurrieron estas incómodas –para mí– reflexiones al leer una excelente, breve y elíptica historieta de Zentner y Sanz sobre el tema que me tocó prolongar en estos días mientras se cumplían, como si nada, los 28 años del criminal hundimiento del Belgrano, a las cuatro de la tarde del 3 de mayo de 1982. Hubo actos en memoria y tomé notas, para no olvidarme y compartirlas acá.

Por si no nos acordamos: el crucero navegaba al sudeste de la Isla de los Estados, bien lejos de Malvinas y de la zona de exclusión señalada unilateralmente por los británicos, cuando el submarino nuclear Conqueror lo embocó con dos torpedos. Había 1093 tripulantes a bordo y murieron 323. Los 770 restantes se salvaron en 12 balsas que localizó recién al día siguiente a la tarde, tras nueve horas de búsqueda, un avión Neptune 2P 11.

Doscientos de los muertos tenían entre dieciocho y veinte años.

 

El petróleo descubierto en Malvinas en estos días es –dicen– de muy buena calidad.

 

Por: José Sasturian

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5 COMENTARIOS

  1. a esa persona q se identificó como soldado le digo: GRACIAS, ASI CON MAYUSCULAS. Fueron a una guerra q los q la declararon la sabían perdida, mal alimentados, mal pertrechados, mal abrigados, sin preparación, etc, a luchar contra un ejercito profesional y dieron todo de sí, absolutamente todo. POR ESO CONSIDERO INJUSTO Q NO HAYA COMENTARIOS EN ESTA NOTA AGRADECIENDO A NUESTROS HEROES DE MALVINAS. Y como dicen mas arriba, les reconoce mucho mas el valor en combate el enemigo q nosotros mismos. GRACIAS, SOLDADO, Y HACE EXTENSO EL SALUDO A TODOS TUS COMPAÑEROS

  2. sabes porqué Alejandra? porque en este país careta cualquiera que reividinque la gesta de Malvinas, enseguida es encasillado como pro-militar, como un reivindicador del proceso, y como nadie se hace cargo de nada, hoy es más facil hablar de los errores y horrores de la guerra en lugar de recordar los cientos de ejemplos heroicos, de ARGENTINOS (asi con mayúscula) que se jugaron por un ideal, que dejaron atras esposas, hijos y familia y combatieron como pudieron por defender lo que es nuestro. Actualmente tienen más espacio las denuncias de «supuestos» combatientes que persiguen fines personales (con jugosos juicios al estado) que el ejemplo de oficiales, suboficiales o soldados como Esteves, Cisneros, Carrascul, Castillo y tantos otros que quedaron para siempre en nuestras islas como asi también de los que volvieron y hoy en día conviven con nosotros sin recibir el merecido reconocimiento de sus compatriotas. En nuestra ciudad por ejemplo, ya ni placa les queda gracias al robo de la que se encontraba en la Plaza Colón hace ya más de 1 año y de la que parece ninguna autoridad municipal ni el pueblo en general se acuerda. Es triste pero lamentablemente es lo que somos como país y como pueblo. Un abrazo

  3. Buen texto, ahora todavía deja sin rtas esa pregunta que ya hasta molesta para quienes fuimos parte generacional de esta historia..porqué? porqué la falta de información? la falta de datos con rigor histórico? los desencuentros de cuentos/en prosa y en números)..porqué nuestra memoria niega anualmente recordar aquél doloroso hecho.qué es lo que hace que: » de esto no se hable»?como se merece.

  4. coincido con el comentario anterior
    la dignidad de nuestros soldados solo reconocida por el enemigo, salvo honrosas excepciones, demuestra en manos de quién están la educación y la información en nuestro país.
    yo llevo con orgullo mi condición de ex soldado, estoy orgulloso de haber servido en el Ejército Argentino, el ejército de San Martín, de Lamadrid, de Lavalle, de Necochea.
    y le rindo honores a los caídos, mas allá de si Galtieri era curda o si Anaya era un cagón o si los argentinos son exitistas.
    No todos los argentinos somos iguales, no somos todos coimeros ni todos ladrones.
    Algunos argentinos creemos en una Argentina diferente, creemos en el trabajo y el esfuerzo como base del bienestar y no creemos en ladrones y demagogos.

  5. Los muertos fueron 649 y el Belgrano fue humdido el 02 de mayo y no el 03. Respecto al concepto de la nota lo comparto en su esencia, porque en este bendito país nadie se quiere hacer cargo de sus conductas y actitudes pasadas. En lo que no estoy de acuerdo es en que no haya información suficiente para saber lo que realmente paso; la hay y en gran cantidad. El problema es, por un lado el desinteres general de gran parte de la población (que podria coincidir con lo expresado en la nota) y por el otro, el hecho que los medios de comunicacion y las autoridades educativas (salvo honrosisimas excepciones) contribuyen decididamente a ello ya que parece que sobre Malvinas la verdad revelada solo puede encontrarse en 2 novelas que carecen absolutamente de rigor histórico como lo son: Los chicos de la guerra e Iluminados por el fuego. Existen muchisimas obras (argentinas y británicas) que resaltan el coraje y la abnegación de las tropas argentinas (oficiales, suboficiales y soldados) pero en Argentina parece que hablar de Malvinas equivale a hablar solo de los horrores de la guerra, del intenso frío y de los chicos que eran nuestros soldados. Recuerdo y respeto permanente a todos los que combatieron por lo que es nuestro.

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