No cesa el deterioro en las obras de reforma ejecutadas en calle Anchorena entre el 900 y el 1100, las tres cuadras más céntricas y comerciales de nuestra ciudad.
La obra, controvertida desde el proyecto mismo, se halla inconclusa todavía cuando ya pasaron años desde su comienzo y hubo tiempo más que sobrado para haberla concluido «de acuerdo a las reglas del arte», frase usual en los contratos de este tipo.
Entre los varios defectos de terminación que presenta la obra, se destacan las rampas de acceso y descenso al nivel del pavimento «antiguo». Esta falla, que se detectó desde un principio y que fuera objetada oportunamente, se solucionó a medias: en el cruce de Santa María de Oro se realizaron nuevas rampas que hasta hoy se mantienen en buenas condiciones, pero al parecer se agotó el cemento y la piedra y la bajada del cruce con Malabia quedó como había sido terminada en un principio. El deterioro prematuro de esa bajada se fue acentuando y en la actualidad el hormigón se observa desgranado y el desnivel que existe tiene una dimensión que es para que los conductores de los rodados tengan la precaución de transitar a marcha muy reducida.
La protesta de los vecinos pareció galvanizada y los días pasaron con el cemento rompiéndose más y más, pero ahora la rotura ya no es solamente de lo que se desgrana sino también de lo que se parte, se resquebraja. Hay un trozo de la rampa partido y a raíz de ellos han comenzado a desprenderse los bloques que conforman la calle renovada. Si no se le pone coto a esta situación, al paso de los días, no demasiados, lo que llenó de ilusiones a muchos vecinos, se habrá trocado nada más que en desencanto.

El Diario de Baradero

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