Alguien subió a una red social fotos con su mascota… perteneciente a una especie protegida. Inmediatamente Vanesa intervino y logró rescatarlo. La mascota en cuestión era una mono carayá, o mono aullador.

Al verlo, antes de proceder, investigamos y descubrimos el horror. Supimos que, para capturar un mono bebé, se debe matar a la madre. Esos bebés son trasladados en botellas de gaseosas. De cada 5 monos bebés traficados, llega solamente 1 con vida a destino. De cada

10 monos rescatados del mascotismo, 9 no pueden regresar más a su hábitat, porque el humano, literalmente, les cagó la vida, condenándolos a vivir en centros de rehabilitación, los cuales ya están saturados.

Supimos  que son comprados sin siquiera tomarse la molestia de informarse sobre su alimentación, necesidades sanitarias o siquiera preguntarse si están en condiciones de tener un animal de esas características. Son comprados sin saber nada de su conducta o estructura social.

Ahora, dejo de escribir y releo lo plasmado recién, y veo sufrimiento, injusticia para los animales y por el lado humano, vanidad e ignorancia. Me cabe hacer la siguiente pregunta: ¿Para qué queremos tener un mono en nuestra casa?

Jack es un juvenil de mono carayá, vendido por un codicioso y comprado por un ignorante. Su vida la vivió atado a una cadena, condenado a no poder jamás regresar a su hábitat… Esto ¿es necesario?.

SB. y V. S.

Actitud  Animal

Agradecimientos: Vanesa  y familia – rescate y cuidados Claudio  Restivo – asesoramiento en conducta y alimentación Horacio  Mangudo – Director ECAS Maria Manuela  Lopez – Veterinaria ECAS Verónica  Nuñez – Cuidadora de Jack desde ingreso hasta finalización de la cuarentena.

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