A comienzos de la década del 2000, Julio Pérez, siempre secundado por su familia y con la buena voluntad de algunos amigos, montó lo que él mismo llamó Museo de la Música y que consitía en la exhibición de prendas, fotos, instrumentos y demás cosas propias del mundo artístico de nuestro país.

El museo fue cobrando importancia y fue ampliando objetos y actividades, por su escenario trashumante, ya que se erigía allí dónde podía contar con el necesario espacio físico al carecer de uno propio, pasaron figuras trascendentes de nuestra música como «Vitillo» Ábalos, Rosendo y Ofelia, Suna Rocha y tantos otros cuya enumeración exhaustiva sería tediosa.

En diversos lugares, todos ellos céntricos, cercanos a la Plaza Mitre, junto a lo que se exhibía se escucharon voces de todo el país que pasaban por el lugar dejando recuerdo e impronta para siempre; es que Julio Pérez tuvo la idea de fijar la huella de las manos de los artistas que pasaban por el museo, en placas de yeso que, gracias a su esfuerzo, paciencia y un poco de estoicismo, conserva entre sus cosas.

El museo fue deambulando sin destino hasta que, soltada la mano de Julio por quienes debieron asirla con fuerza, desapareció de la vista aunque no del corazón de la familia Pérez que, hasta sufriendo incomodidades en su casa, se las ingeniaron para conservar el material acumulado entre las críticas de los que, siempre, hablan sin hacer nada.

Hace unos pocos días, en el ámbito del Centro Cultural «Arturo Illia», Julio Pérez mostró su colección de juguetes, una de sus mayores pasiones, concitando la atención de muchos visitantes pese a que no duró el tiempo que hubiese sido necesario para que la muestra sea vista por todos los que deseaban asistir.

Ahora, El Diario lo publicó horas atrás, en el mismo lugar, el Museo de la Música vuelve a exponer sus cosas, pero no todas puesto que la superficie que se necesitaría para tal cosa, excede en mucho la disponible, no obstante habrá muchas cosas para mirar y disfrutar.
En diálogo mantenido ayer por la mañana con El Diario, Julio Pérez relataba lo difícil que le resulta elegir qué es lo que se mostrará y qué es lo que no. Toda elección implica una injusticia en cierta forma, pero cuando no quedan alternativas no hay otra cosa más que optar.

Ahora, a partir del 9 y hasta el 19 de febrero, tras unos 15 años de olvido, el Museo de la Música abrirá sus puertas para que quienes lo conocieron, vuelvan a apreciarlo y para que los que nunca lo conocieron, que han de ser muchos, puedan hacerlo. Ojalá los resultados sean tan alentadores como para ir pensando en que esos diez días se conviertan en el puntapié inicial de un largo, muy largo partido; tan largo como lo merece la obra, la persoitencia y el esfuerzo puestos en la tan singular muestra.

El Diario de Baradero

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