Los periodistas de pueblo, como nosotros, tratamos de comentar los hechos que ocurren a nuestro alrededor. A diario escuchamos en todo el ámbito ciudadano quejas por la tremenda crisis económica que se padece.
Hace pocos días, el propietario de un comercio del rubro gastronomía, conocido por haber dedicado 70 años de su existencia al rubro, nos comentó que a lo largo de todo ese tiempo, nunca vivió una situación como la actual. Agregó que está considenado el cierre de su comercio ya que ni siquiera se hallan compensados sus egresos por los ingresos sino que mantener abierto su comercio le resulta deficitario. Ante ello cree que al vencer el contrato de alquiler, no lo renovará. Baste decir que la confesión tuvo lugar una noche de Copa Libertadores en la que jugaba Boca y Cruzeiro ante una platea que, incluyendo al dueño del local comercial, sumaba tres televidentes cuyos consumos, a todas luces resultaban insuficientres para pagar siquiera el consumo eléctrico de esa velada.
Una recorrida por nuestra ciudad los días en que habitualmente podían verse los locales gastronómicos con clientela, da como resultado un panorama desolador. Un solo comercio, ubicado sobre calle Anchorena al 1000, mantiene el aspecto de meses atrás; los demás tienen muy pocas mesas ocupadas y la mayoría cierra sus puertas más temprano de lo acostumbrado.
Caen las ventas en las carnicerías y también en las pollerías ya que el sector de la carne avícola, favorecido por el relativamente bajo precio que en un momento tuvo el pollo, ha perdido esa condición ante los aumentos de las últimas semanas.
Un avezado electricista que toda su vida se ocupó del mismo trabajo, relató que hacía la instalación eléctrica completa de al menos tres casas por año. En lo que va de 2018 no recibió siquiera un pedido de presupuesto. Ni hablar por lo que están pasando los comercios dedicados a la venta ropa, insumos de computación y otros similares, oferentes todos de artículos que ahora, sin un peso en los bolsillos del público comprador, pasaron a la categoría de «prescindibles» cuando no carísimos.
Es sobradamente cierto eso de «pinta tu aldea y pintarás el mundo», razón por la cual la situación que se describe se repite en todo el ámbito nacional. Mientras tanto, ante semajante panorama, las autoridades responsables insisten con una política que resulta igual que darle sal al sediento, purga al diarreico y azúcar al diabético.

Gabriel Moretti

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