Renunció gabinete completo en San Pedro

La Ciudad de los Niños, ubicada en la localidad de Gonnet, cercana a La Plata, fue erigida durante el gobierno del Gral. Perón para solaz de los pequeños, pero pasados los años, resulto tiempo atrás, el escenario elegido por la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, para convocar a todos los intendentes de Cambiemos de la Provincia de Buenos Aires a los que, una vez reunidos aleccionó acerca del futuro comportamiento que los jefes comunales deberían observar para intentar el equilibrio de las cuentas fiscales.

El intendente sampedrino, Cecilio Salazar, rápido para hacer los mandados, solicitó la renuncia de todo su gabinete y, dijo, estudiará quién continúa y quién no lo seguirá acompañando su gestión tomando como referencia el tema del gasto comunal.

Se sabe que Baradero también posee una planta de trabajadores que en el gobierno de la provincia consideran excesiva, pero la intendente Fernanda Antonijevic, tan rápida como Salazar pero en este caso de reflejos, dijo que se intentará reubicar al personal en distintas dependencias a los fines de lograr una mayor eficacia en la gestión de gobierno.

Es loable el intento de la Intendente de Baradero, pero habrá que ver qué opinan Lacunza (ministro de Economía de Vidal) y la misma gobernadora de la decisión de Antonijevic ya que ambos funcionarios provinciales pertenecen ideológicamente al liberalismo que, lo sabemos hasta el hartazgo, considera a cada trabajador como un número y cada salario que se les abona como si fuera un gasto (confesión pública del actual presidente Mauricio Macri).

Desde que existen los municipios, han sido refugio laboral de numerosas personas que pierden el trabajo. Lo hacen los actuales gobernantes tal como lo hicieron los que administraron la comuna desde la época de Germán Frers; esto es independiente de las ideologías porque se impone como una necesidad cuando se presentan crisis laborales y los vecinos, en la mayoría de los casos con familia a cargo, se quedan sin trabajo y, consecuentemente, sin los ingresos que les permitan la mera subsistencia.

En algunas publicaciones se ha tratado el tema como si fuera una decisión que la empresa adopta por cuestiones caprichosas o malintencionadas, pero semejante situación laboral debe ser analizada en el contexto en que se da.

Los eventuales 180 despidos en BRF se producirían en una ciudad que, desde que asumieron las actuales autoridades, parece haberse convertido en el blanco preferido de sus políticas económico-sociales. Veamos; la productora de aceite Germaíz cerró sus puertas dejando a sus trabajadores en el desamparo y otro tanto hizo el Estado, cosa que antes no sucedía. Nada hace presumir que la planta vuelva a tener actividad. Atanor, recordemos, dejó a su personal en la calle mediante un cartelito colocado en la puerta de ingreso a planta avisando lo que sucedía: había decidido el cierre del establecimiento. Días después se sumó Ingredion despidiendo otros grupos de trabajadores ante la impavidez de una sociedad que aceptó todos los despidos como una fatalidad irremediable sin entender que ellos son consecuencia de decisiones económicas desacertadas que de continuar, harán que el número de despedidos continúe aumentando.

Las autoridades provinciales pretenden que la tasa de empleados comunales en cada distrito se incremente, a lo sumo, en la misma medida de la tasa de crecimiento de la población.

Salvo que Vidal y Lacunza piensen que en lugar de darles trabajo hay que dejarlos que vivan en la miseria, la situación que se está dando en Baradero se torna insostenible y, de acuerdo a lo que ya ha sido confirmado, el despido de 180 trabajadores de la planta de BRF a partir del 2 de enero próximo, la agravará notoriamente.

En ese momento la realidad acuciante se encontrará de frente a las decisiones ideales que se «dibujan» sobre los papeles y habrá que ver qué acontece cuando la desesperación gane a las familias baraderenses afectadas.

No se trata de ser agorero sino de recordar tiempos pasados, cosa que nos da la pauta de lo que sobrevendrá. Ojalá que «la sangre no llegue al río» y que las soluciones aparezcan a tiempo aunque, para ser sinceros con los lectores, nos permitimos dudarlo.

GM

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