Eran otras épocas cuando Francisco Bartonek, con nada más que 9 años de existencia, comenzó a trabajar. De ello hace ya 70 años.
Francisco nació en Ireneo Portela, fue hijo de padres separados desde pequeño; no conoció a su madre y guarda algunos recuerdos, en parte borrosos, de su padre que también desapareció de su vida tempranamente.
A partir de esa realidad su abuela se hizo cargo de él y sus tres hermanos menores de los que solamente él continua en esta vida pues los demás ya partieron.
Esa abuela, de la que el entrevistado guarda un cariño imperecedero y de la que tal vez haya heredado su elevada estatura, trabajaba en diversas casa de familia realizando tareas domésticas, desempeñándose en la zona céntrica de nuestra ciudad. Así supo que en el hoy desaparecido Hotel «De las Naciones», propiedad de la familia Martinengo y ubicado en la esquina de San Martín y Santa María de Oro, necesitaban un muchachito para hacer mandados y otras tareas propias del lugar. Así comenzó a trabajar Francisco, desde muy temprano como era común por esos años en todo nuestro país.
Hacer los mandados, pelar las papas, ayudar con las mesas, colaborar en las tareas de la abuela, así transcurría la vida del chico que, merced a las propinas que iba guardando, llegó a obtener la suma necesaria para concretar un viejo anhelo. Tomó sus ahorros y se dirigió a la bicicletaría de Barbero, por entonces en San Martín al 1200, y compró una bicicleta usada. El cocinero del hotel, al verlo en el rodado le preguntó de quién era la bicicleta y el jovencito respondió que era de su propiedad, ante lo que el hombre le dijo: ¡Cómo pelechaste pibe! A partir de entonces el Francisco quedó relegado para siempre, puesto que el sobrenombre «Pelecho» lo ha reemplazado hasta el presente y a tal punto que si en Baradero se pregunta por «Pelecho» todos saben de quién se trata, pero el Francisco es bastante menos conocido.
Así fue creciendo «Pelecho» ligado siempre, desde el primer día de trabajo y hasta la actualidad, a la actividad gastronómica. Del hotel pasó a desempeñarse como mozo de la confitería de López Hnos., frente a la Plaza Mitre, sobre calle Santa María de Oro, actualmente tienda de deportes y calzados, hasta que en la década del 60 se inauguró sobre la Ruta Nacional N° 9 el parador «Acahalay», una verdadera revolución para esos años y muchos baraderenses encontraron trabajo en el comercio, propiedad de los señores Montardit y Larroca. A «Pelecho» lo tentaron para irse a trabajar allí, pero era tal el cariño que tenía por sus patrones, Mario y Vicente López, que no se animaba a decirles que deseaba irse a trabajar a otro lugar, por esa razón postergó esa comunicación hasta el último día posible, cuando habló con su patrón quien lo despidió con estas halagadoras palabras: «Vaya tranquilo nomás, y hágalo sabiendo que si las cosas no marchan bien, acá tiene su puesto de trabajo esperándolo».
Por largos años su vida estuvo ligada a los propietarios de «Achalay» pues, vendido el comercio a otros dueños, «Pelecho» recaló en el restorán «Victoria» que Montardit y Larroca habían adquirido y estaba en Anchorena al 1000. La casa de comidas permaneció abierta hasta que ocurrió un recordado y milagroso accidente que selló su definitivo cierre. Una madrugada, alrededor de las 4, se cayó la losa entera del local aplastando mesas, sillas, utensilios y demás enseres pero sin afectar a ninguna persona, ya que por la hora no había nadie en el lugar.
De allí Francisco pasó a trabajar en el restorán que los mismos patrones abrieron en el Club Sportivo y tiempo después comenzaría a volar solo, cuando obtuvo la concesión de un espacio que el Centro de Comercio e Industria habilitó para cafetería y confitería para pasar, años después, a la esquina de Santa María de Oro y Anchorena de lo cual hace ya 37 años y donde permanece sin contrato, nada más que cumpliendo la palabra empeñada.
Esta es una apretada síntesis de la vida de «Pelecho» Bartonek, la que ha transcurrido entre cosas que aquí se han mencionado y otras que forzosamente se omiten en razón del espacio. Entre las que no pueden omitirse está su afamada habilidad para preparar el que para muchos es el mejor café de la ciudad (y de la zona se animan algunos a afirmar) y, desde luego, su obra social más destacada, la fiesta del «Día del Niño», que organiza desde hace muchos años y que consiste en entregar gratuitamente, juguetes, servir chocolate acompañado de facturas y complementar lo anterior con música, entretenimientos, juegos diversos y hasta artistas especializados en infantes, todo ideado por «Pelecho» y su familia acompañados necesariamente por numerosos colaboradores ya que solamente una cifra de lo que se reparte, 500 docenas de facturas, da una idea de la magnitud que se trata.
Este año Francisco Bartonek cumple 70 años con la gastronomía y sus palabras finales indican claramente cómo ha sido su vida: «Pasé una infancia dura, por eso hago la fiesta, buscando que otros chicos no la pasen tan mal como yo, pero la vida me ha recompensado al punto que de nada me arrepiento y si naciera de nuevo haría lo mismo que hice».

El Diario de Baradero

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