Juan Martín del Potro saca chispas. Su derecha, otra vez, está hecha fuego. Se afirma sobre el polvo de ladrillo como si se tratara de cemento. Debe creer, al fin de cuentas, que Roland Garros se parece, en algo, al US Open. Porque está desatado, domina el servicio hiriente de un especialista y sigue en carrera, imperturbable. Derrota por 6-4, 6-4 y 6-4 al norteamericano John Isner, espanta a las nubes y aleja la lluvia, y se consolida como uno de los ocho mejores sobre la arcilla de París.

Juan Martín del Potro saca chispas. Su derecha, otra vez, está hecha fuego. Se afirma sobre el polvo de ladrillo como si se tratara de cemento. Debe creer, al fin de cuentas, que Roland Garros se parece, en algo, al US Open. Porque está desatado, domina el servicio hiriente de un especialista y sigue en carrera, imperturbable. Derrota por 6-4, 6-4 y 6-4 al norteamericano John Isner, espanta a las nubes y aleja la lluvia, y se consolida como uno de los ocho mejores sobre la arcilla de París.

Ahora, Del Potro se cruzará con un viejo conocido: el croata Marin Cilic, que le ganó en cinco sets al italiano Fabio Fognini: 6-4, 6-1, 3-6, 6-7 (4/7) y 6-3. Con Cilic, Delpo tiene un historial favorable por 10-2 y le ganó en los últimos siete enfrentamientos, incluido el de la final de la Copa Davis en 2016; la última victoria del croata es de 2001, en el Masters 1000 de Canadá.

Del Potro estaba lesionado, tenía un desgarro grado 1 en su muslo derecho. Se recuperó. Tenía temores sobre una plataforma que no le agrada ni por asomo. Pisa con la determinación de un guerrero. Está a un partido de alcanzar su mejor registro, las semifinales de 2009, cuando se inclinó ante Roger Federer, en una película a cinco sets que aún hoy se recuerda. Fue, al fin de cuentas, el único grande del gran Roger en París.

Del Potro alcanza los primeros cuartos de final después de 2012. El año pasado había reaparecido en Roland Garros desde aquel año y se despidió en la tercera rueda frente a Andy Murray. El punto decisivo -una bola que Isner arroja, pega en la red y vuela al espacio-, le permite a Juan Martín lanzar otro grito de guerra. Del Potro, ahora sí, está metido en la batalla. Hoy sueña en grande cuando hace diez días estaba más pensando en la temporada sobre césped. El pasto puede esperar.

La Nación

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