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No por predecible, estaba gravemente enfermo, resultó menos sentido el fallecimiento de Mario Raio acontecido hace apenas unas horas.

No obstante haber sido un permanente militante de la política local, probablemente pueda decirse que no tenía enemigos, al menos él a nadie consideraba de esa manera, aunque lo contrario puede que haya existido.

Contra todo lo que hoy está en boga referido a la corrupción de los políticos, la conducta de Mario Raio se erige como una muestra en contrario. Fue un militante de toda la vida y, desde muy temprana edad, un trabajador incansable. Apenas salido de la adolescencia, se lo veía tras la «barra» del viejo café «La Suiza», preparando cafés y panchos, más tarde de mozo y luego continuó ligado a la gastronomía hasta su retiro, pero nunca abandonó el trabajo político.

La militancia de Mario no fue nunca de esas que algunos andan mostrando como para hacerse ver, la suya fue una actitud silenciosa respaldada por sus convicciones que, más allá de las opiniones que cada uno pueda tener, supo sostener a lo largo de toda una vida sin otro interés que el de mantener sus ideas y nadie pudo enrostrarle que lo hacía por algún otro interés ya que no era precisamente su cuenta bancaria lo más grande de Mario sino su sentimiento por los postergados y desvalidos.

Nunca debe haber tenido en sus manos otra arma que no fuera algún cuchillo de mesa ni otra bomba que las de crema pastelera, pero sabemos que tal cosa no era garantía de nada para los que buscaban, a través de la persecución y la cárcel de militantes como Raio, poner a nuestro país de rodillas frente a los intereses financiaron internacionales, cosa que lamentablemente lograron y de la que, de a poco, nuestra Argentina se va poniendo de pie.

Mario Raio fue un luchador permanente contra la antipatria, contra los que viven convencidos que lo mejor es lo de afuera y abjuran de lo propio. Siempre creyó, como ahora se dice, que tenemos Patria y que valía la pena luchar por ella. En los últimos meses, el intendente Carossi lo había nombrado «asesor ad-honorem», cargo que seguramente lo llenó de satisfacción además de ser justo premio para su trayectoria.

G. M.

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1 COMENTARIO

  1. Q.P.D. Los supuestos politicos de Baradero tendrían que imitar a este grande y a otros que también vivieron de la manera que predicaban, como Osvaldo Gentile y Mario Aguirre.

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